martes, 13 de diciembre de 2011

CINCO MESES. SEIS KILÓMETROS. CRUZANDO LA FRONTERA.

            En 13 y martes ni te cases ni te embarques. Y tampoco corras, al parecer. Ya sé que hay machacas que aguantan estoicamente su marcha a 4m/km bajo una manta de agua, pero a mí me cuesta bastante. No tanto si la mojadura me pilla por el camino. Pero salir de casa sabiendo previamente que me voy a poner como un pito no me mola nada. Así que llevo tres días en el dique seco bastante cabreada. Hoy no podré celebrar mis cinco meses y un día corriendo, porque no es que caiga una llovizna, llevamos un par de días en alerta naranja. Y la opción de correr en cinta de gimnasio ni se me pasa por la cabeza, me da claustrofobia. Hay que ver la parte buena: mis agujetas tendrán un merecido descanso.
            Este último mes, solventados los problemas de dolor de espinillas, he conseguido pasar la frontera de los seis kilómetros, así que sólo me queda 1,7 para llegar a lo requerido en la San Silvestre a la que, por cierto, ya me he apuntado. Trotaré junto a unos cuantos conocidos, mi marido entre ellos. Por lo menos habrá algún familiar para recoger mis restos. Es un pensamiento francamente consolador. Dispongo más o menos de una hora y cinco minutos para hacerla y no sé si llegaré antes de que cierren la meta. Por lo menos tendré la camiseta oficial y podré tomar roscón de reyes al llegar, si llego.
            La verdad es que estoy contenta: este mes he conseguido pasar a entrenar en zona 70-80% de frecuencia cardíaca máxima. Ya le voy perdiendo el miedo al colapso. Y he rebajado un poco el tiempo, no mucho, pero me lo tomo con calma. Ya pienso en nuevos objetivos: me gustaría poder correr una hora seguida, sólo me quedan 15 minutos para lograrlo y tengo una motivación poderosa: combatir los excesos navideños.
            Para no aburrirme, sigo investigando formas de acompañar musicalmente mi trote y he descubierto esta página que elige por géneros los temas según la velocidad a la que quieras correr, tú sólo tienes que decir a cuánto quieres correr y te salen todas las canciones que adaptan sus bpm. Sabiendo los bpm que tienen esos temas, puedes cogerlas en las listas de reproducción de itunes, pues uno de los items informativos que tiene el programa es, justamente, los bpm de cada canción:

          También pueden hacerse listas para cambios de ritmo, así que es un programa de lo más útil. Yo tengo cinco o seis listas, todas basadas en rock, blues y pop. Otra página que me sirve de mucho es el google maps, así mido los recorridos que hago y los guardo.
            Bueno, cumpliré casi los seis meses corriendo la San Silvestre. Ya les contaré si sobrevivo. Felices fiestas a todos.

           

miércoles, 7 de diciembre de 2011

PRIMER PASO PARA SACAR EL CULO DEL SOFÁ

No es nada fácil empezar con una actividad que en un principio no va a resultar gratificante ni nos va a aportar beneficios visibles inmediatos. No por echarte una carrera de cinco minutos vas a notar a la vuelta que te ha bajado la barriga. Eso constituye una excusa perfecta para no dejar el sofá y seguir perreando mando a distancia en mano. ¿Cómo empezar poniendo lo mínimo de tu parte?
1. Vete a dar un paseo por una zona donde suela haber corredores. No me vengas con gilipolleces, en todas partes hay alguna zona donde la gente corre. Afortunadamente, no todo el mundo es tan vago como tú.

2. A los diez minutos siéntate en un banco, no vaya a ser que te hernies con tanto ejercicio. Fúmate un pitillo (opcional). Respira profundamente y observa el entorno.

3. Fíjate en los corredores que pasan por tu lado mientras tú disfrutas de tu pitillo (opcional). Pasarán tres o cuatro machacas cuya sola vista te producirá cansancio. De vez en cuando, pasará alguien trotando a muy baja velocidad, ¡podría ser yo! y pensarás: "quizás yo podría correr así, con mucho entrenamiento, por supuesto". Mira el pitillo con asco y tíralo. Nota cómo te remuerde la conciencia.

4. Vuélvete para casa. Repite toda esta operación al día siguiente, y al otro, y al otro. Así hasta que consigas andar una media hora tres o cuatro veces a la semana. Procura que sea con unas zapatillas decentes, no con los zapatitos que usas para salir de marcha los sábados.

5. Cuando te sientas preparado, ponte ropa cómoda y lleva un reloj con segundero. Camina diez minutos y después intenta correr treinta segundos, despacio. Anda un minuto y corre otros treinta segundos. Así hasta que hayas completado dos minutos corriendo, es decir, cuatro series. Vuélvete para casa congratulándote por no haberte muerto.

6. Repite el paso 5 dos días más, dejando un día por el medio para que tus oxidados músculos se recuperen del esfuerzo.

En el próximo post os contaré cuál es el segundo paso para sacar el culo del sofá.


martes, 6 de diciembre de 2011

CÓMO EMPECÉ A CORRER

Tengo un huevo de años. Cuarenta y cinco, para ser exactos. Casi cuarenta y seis, para qué engañarnos. Soy de la generación de los que llamábamos "gimnasia" a lo que hoy es, afortunadamente, Educación Física. De la generación que falsificaba una nota de su madre que le eximía de hacer gimnasia ese día por alguna dolencia inventada. De la generación a la que no inculcaron los beneficios de la práctica deportiva. Como se pueden imaginar, las palabras "gimnasio", "deporte" y todo lo relacionado con ellas, hasta hace poco me producían urticaria. Tengo una bicicleta de paseo criando polvo en mi trastero y un bañador de competición al que jamás le he quitado la etiqueta. No sé jugar a nada y además mi coordinación es patética, pero siempre sentí envidia cuando en alguna de mis caminatas, porque lo único que me gustaba era andar, pasaba alguien a mi lado corriendo airosamente con la respiración ligeramente jadeante. Tanta, que hace unos años una mañana me puse una camiseta, unas mallas y las zapatillas de andar y eché a correr. Volví a los cinco minutos con el corazón a cien y jurando que no lo haría más.
Hace casi cinco meses, concretamente el 12 de Julio, uno de los pocos días soleados que hubo ese mes, tuve una revelación mientras tomaba el sol en casa, bien apoltronada en mi tumbona, tirada como una foca, como suelo decir. Me vi a mí misma entrando en la menopausia achacosa, llena de dolores, gorda y deprimida. En menos de un año he perdido a dos miembros de mi familia y mi estado de ánimo en aquel momento rayaba la locura. Me levanté de la silla como un resorte, me puse las primeras zapatillas que encontré a mano y que, evidentemente, no eran para correr, y me di un par de vueltas que no debieron de durar más de un minuto y medio o dos. Y no me morí. Y como no me morí, decidí volver a hacerlo al día siguiente.
Soy fumadora y empecé a fumar muy pronto. Eso siempre me ha frenado a la hora de hacer ejercicio, todo el mundo me decía que era incompatible con fumar, así que ni lo intentaba, excepto andar. Entonces empecé a pensar que si iba despacio y muy poco tiempo sin agotarme, a lo mejor conseguía avanzar un poco y que, mientras lo intentaba, desde luego no fumaría, ni tampoco un tiempo antes y un tiempo después. Así que empecé a combinar el trote con andar con unos intervalos absolutamente ridículos: treinta segundos corriendo/ un minuto andando. En total, corría dos minutos y medio. Y, por supuesto, no dejé de fumar ni de hacer nada de lo que me gusta hacer, como ir de vinos o salir por la noche. La propia actividad deportiva me ha ido frenando los vicios.
En aquel momento no tenía pulsómetro, ni sabía lo que era la frecuencia cardíaca, y mis zapatillas eran unas Nike normaluchas de paseo. A pesar de eso, seguí corriendo mis dos minutos y medio todos los días hasta principios de Agosto, en que ya era capaz de trotar siete minutos en series de un minuto. ¡Una proeza! Como me iba de viaje y quería seguir practicando en mi destino, compré un par de camisetas y pantalones cortos. Me enfrentaba a algo que me daba terror: correr en público, hasta entonces sólo lo había hecho en una pista solitaria al lado de casa y, excepto un par de paisanas y los miembros de mi familia, no me había visto nadie. Sólo de pensarlo me moría de vergüenza, porque además me iba a un pueblo pequeño donde todo el mundo me conoce y ya me imaginaba el cachondeo. Nadie se rió.
A pesar de una estancia repleta de juergas y parrandas varias, seguí entrenando a días alternos. A finales de agosto ya corría quince minutos en series de uno y dos. Cada sesión, contando el tiempo que andaba, me llevaba una media hora. Para entonces ya había cribado todo lo habido y por haber en internet sobre el tema y vi que estaba haciendo lo correcto. Me hice con un pulsómetro y cuando vi a qué máximo podía correr usando la fórmula de 220-edad casi me da un ataque, porque a esas pulsaciones ya llegaba sólo con andar, así que me apliqué la fórmula de Karvonen (o Karkoven, o Karnoven, que aparece escrito de todas las maneras) y vi que podía ampliar mi rango bastante más, por lo menos hasta las 150-160.
Llegó Septiembre, acabaron las vacaciones y yo, lejos de dejarlo, me planteé un entrenamiento más serio y me puse un objetivo: en enero tenía que estar corriendo entre veinte y treinta minutos seguidos tres días por semana. Para dar ánimos a los vagos diré que el objetivo quedó cumplido hace ya un mes o dos. Entonces empecé a registrar por escrito mis salidas, cosa que para llevar ahora este blog me resultará de lo más útil: estoy viendo que el 12 de Septiembre, dos meses después de haber empezado, corrí 35 minutos en dos series de diez minutos y tres de cinco. El 5 de Octubre ya era capaz de correr 20 minutos seguidos. La frontera de los 30 la pasé el 15 de Octubre. Si yo puedo, cualquiera puede.
Bueno, estoy hablando de tiempo, pero no de distancia ni velocidad. Soy un caracol asmático que corre al 60-80% de su resistencia cardíaca y no es capaz de bajar de los 7 minutos el kilómetro. Es desastroso, lo sé. Pero ahora soy capaz de correr 45 minutos seguidos cuando hace medio año no era capaz ni de dar un paso. No tengo prisa. Ahora empiezo a ver los frutos del asunto, tanto a nivel físico como psicológico. Sé que la culpa de un ritmo tan lento la tiene el cigarrito, pero como no aspiro a ganar ninguna medalla... las cosas de palacio van despacio.
Bien, esta es mi historia hasta el día de hoy. Mañana toca salir a correr y espero que no llueva. Dejo esta entrada como carta de presentación, por si alguien se anima a seguir mis pasos. Otro día hablaré de los beneficios que he observado a lo largo de estos meses, o de todas las malditas agujetas que he sufrido y sigo sufriendo, que de lo malo todavía no he dicho nada. Me marcho corriendo.