lunes, 27 de febrero de 2012

¡AHORA SÍ!: BENEFICIOS DEL RUNNING

Imagen cortesía de www.vitonica.com
Los chalados que nos dedicamos a correr no lo hacemos porque sí. Suele haber un motivo concreto para empezar: sacarse las arrobas de encima, bajar el colesterol, despejar la mente... pero llega un momento en que hay un enganche físico y psicológico al asunto, a la vez que empiezan a verse unos beneficios concretos. Hay muchas páginas de internet que prometen el oro y el moro, estoy pensando en una en concreto que poco menos que garantizaba que corriendo acabarías siendo un clon de Angelina Jolie o cualquier otra cachonda que se te venga a la cabeza. Pues tampoco es así. Yo sólo puedo hablar de la feria según me va en ella, así que contaré qué he visto yo de positivo en el asunto. Algo habrá sido, porque si no no seguiría dándole a la zapatilla ¿no?
Bien, lo primero que se nota, quizá unos pocos días después de empezar a correr es un bienestar tremendo. Lo notarán sobre todo los fumadores, supongo, y es un aumento de la capacidad respiratoria, ese poder llegar "hasta el final". Los no fumadores pueden llegar hasta el final cuando quieran, que para eso no fuman. El placer de notarlo después de muchos años está restringido a los que le damos al vicio. Por cierto, correr no quita las ganas. De fumar, digo.
Lo segundo para mí fue un descenso evidente del nerviosismo. Teniendo en cuenta que tenía la perpetua sensación de tener un elefante sentado en mi plexo solar (un nudo de angustia, supongo) y que ésta desaparecía por lo menos durante el rato que iba a trotar, pues estaba deseando que llegara el momento. Dejé de notar esa desagradable sensación por completo más o menos a los tres meses. Y no sólo eso, ahora soy mucho más reflexiva para todo, me pienso todod os veces y procuro no agobiarme por las cosas, pues me he dado cuenta de que todo acaba teniendo solución. Al correr libero toda la maldita adrenalina que me envenena el cerebro.
¿Se duerme mejor? Bueno, yo no soy de mal dormir. Los días que llego muy cascada del trote no suelo dormir bien y sueño que corro y no llego a ningún sitio y cosas de lo más extrañas. Pero ya no me suelo levantar cansada, lo que me lleva a:
Adiós al cansancio, eso sí. Aunque aún me toca pasar la prueba de fuego de la puta astenia primaveral (y a estas alturas ya debería tener síntomas) he de decir que en otoño ni me enteré del cambio de estación por primera vez en muchos años. En general, sobrellevo mucho mejor la jornada que antes. Tampoco tengo esas pájaras que me daban después de comer, que me quedaba dormida en el sofá con el mando a distancia en la mano y la baba colgando.
Bueno, todos estos son beneficios que, como he dicho, empecé a notar muy pronto. Pero hete aquí que un día empecé a darme cuenta de que se me marcaban los abdominales de la cintura, cosa que me hizo mucha ilusión, como comprenderán. La barriga fue el primer sitio donde noté cambios musculares. Para bien, se entiende. Lo siguiente fue notarlo en el culo, y después en la parte trasera del muslo. Como contrapartida diré que si el running tiene efectos positivos sobre la celulitis yo no lo he notado, o, por lo menos, no lo he notado demasiado. Si tu culo tiene más cráteres que la luna, pues lo siento mucho pero lo más probable es que los siga teniendo.
Siguiendo con la frivolité de lo físico: el tan cacareado bajón de peso en mi caso brilla por su ausencia, aunque quizá sea porque no necesito bajar nada. Eso sí es una vendida de moto: correr no adelgaza, o, por lo menos, no lo hace si no se acompaña de una dieta. Y para quemar grasa hay que correr un montonazo de tiempo, cosa que he empezado a hacer ahora (hoy, una hora y diez minutos). Así que ya os contaré dentro de unos meses. La parte buena es que tampoco se engorda si se sigue comiendo lo de siempre, y que los excesos se purgan antes. Dicen que los efectos en el peso se notan a muy largo plazo, como un año o así. Lo que es cierto es que después de una hora corriendo y tras haber quemado quinientas calorías no te apetece joderlo todo engullendo como el ogro del cuento. Resultado: tus hábitos alimenticios mejoran. Yo ahora soy adicta al muesli, comida de hámster, quién me lo iba a decir.
Verdad como una casa: los beneficios sobre la piel. Y eso no lo digo yo, lo dicen los demás que hacía tiempo que no me veían. Me notan un cutis estupendo. Hombre, tanto oxígeno tenía que servir para algo.  No es que se planchen las arrugas, pero sí que se tiene la piel más tersa y sin granos, pues te limpias de toxinas.
En cuanto al descenso en número de catarros y demás, no he notado gran cosa, aunque tampoco soy muy propensa. Este invierno llevo dos, lo normal. Lo que sí hace el running, como cualquier otro ejercicio, es obligarte a soltar una cantidad monstruosa de mucosidad, lo que despeja la nariz bastante y es de lo más asqueroso. También puedes hacerte campeón mundial de lanzamiento de gargajo, yo ya soy una alumna aventajada, ya no recuerdo cómo los primeros días me escupía los pies.
Quizá el mejor efecto para mí, siempre que no me propase con las pulsaciones, como dije en la entrada anterior, ha sido la desaparición casi completa de mis asquerosas migrañas. La parte mala es que cuando tengo una mi umbral de tolerancia al dolor ha bajado considerablemente, porque a lo bueno se acostumbra uno enseguida. Para las del sonsonete de: "cariño, esta noche no, que me duele la cabeza", la maldita jaqueca será ya sólo un recuerdo. Mejor que vayan inventándose otra excusa. Y otro efecto que he notado: ir a correr la noche anterior a una juerga disminuye considerablemente los efectos negativos de la misma: adiós resacas. Como contrapartida, la carga brutal de oxígeno que tiene tu cuerpo te hace tolerar muchísimo mejor la ingesta de alcohol, así que la cosa puede llegar a ser lo comido por lo servido.
Y un último beneficio: como decimos en mi tierra: xente con xente. Correr te da ganas de empezar a hacer otras cosas los días que no corres, como caminar a paso rápido, o sacar la bici del trastero, o ir un rato a la piscina. ¡Incluso largarte a un parque geriátrico a probar las máquinas para los abueletes! Que me lo digan a mí...

miércoles, 15 de febrero de 2012

SIETE MESES CORRIENDO. OCHO KILÓMETROS. ME SIENTO DESCONCERTADA

imagen cortesía de http://balneariodeparacuellos.com

Hola, queridos runners. Aquí estoy, semipuntual a mi cita mensual y dispuesta a contar mis cuitas de este mes, que no han sido pocas. Estoy un poco atascada y llevo todo el mes intentando dar con la causa. ¿Sobreentrenamiento? ¿Abulia? ¿Miedo? No lo sé. El caso es que  este mes me he llevado un par de sustos que me han hecho replantearme el entrenamiento (por llamarlo de alguna manera): la migraña.
Soy migrañosa, sí, qué le voy a hacer. Es una putada como otra cualquiera. Cada vez tengo menos crisis y menos intensas, ya desde hace tiempo. Supongo que a medida que se acerca la temida menopausia mis arterias cerebrales se van tranquilizando. Pero desde que empecé a correr tengo todavía menos migrañas. O tenía...
El primer aviso lo tuve el día de la San Silvestre al cruzar la meta. Se me redujo la visión lateral. Se llaman auras y son el preaviso de que va a haber migraña, aunque a veces se recupera la visión y el dolor no aparece. Ese día me sucedió así. A la media hora recuperé la visión completa y aquí paz y después gloria. Lo achaqué a haber corrido pasadísima de pulsaciones.
A las tres semanas, empecé con el fartlek, haciendo algunos minutos al 90% de la FC. En el último kilómetro, me sucedió lo mismo. Me dolió un poco la cabeza y el dolor se fue por sí mismo.
Pero en la siguiente sesión el dolor no sólo no desapareció, sino que me duró cuatro malditos días (con medicación) y me impidió correr el resto de la semana. A todo esto, con el maldito dolor de espinillas haciendo su aparición cuando menos hacía falta, como de costumbre. Por si fuera poco, llevaba un mes intentando librarme de dos kilos que había cogido en navidades a base de dieta de polvorones. Y a pesar de que volví a comer normal y seguí corriendo, seguían conmigo. Así que me senté a reflexionar, decidí que estaba corriendo a un ritmo inadecuado para mí y tomé varias decisiones:
1. Volver al trote cochinerísimo. Prohibido pasar de las 150 pulsaciones. Andar al principio de cada kilómetro. Ir al neurólogo, cosa que no me vendría mal, hace dos años que no me ve el pelo.
2. Tres sesiones a la semana como mucho, cuarenta y cinco minutos mínimo corriendo y el resto andando hasta completar la hora. Los días alternos, a andar. Un día a la semana, reposo absoluto.
3. Prohibidos los cambios de ritmo. Terminantemente.
Bueno, desde que me impuse este régimen espartano me he librado de los tres males: ni dolor de coco, ni  dolor de espinillas y los dos kilos ya están fuera. Es lo bueno de haberme pasado de la zona cardio (70-80 FC) a la zona quemagrasa (60-70 FC). ¿Que voy más lenta? ¿Y a mí qué me importa? ¿Acaso hay alguien esperándome en la meta?
Bueno, es posible que sí me esté esperando alguien. Mi marido ha vuelto a correr por fin tras una buena temporada apartado del asunto por una lesión de rodilla. Por supuesto, no vamos juntos. Él corre al doble de velocidad que yo y está preparando media maratón. Nuestro armario es un batiburrillo de ropa de running y acabamos cambiándonos las camisetas y los calcetines. Uno sale por la mañana y otro por la noche. Él se ventila quince kilómetros y yo, con suerte, siete y medio. En algún momento del día, comentamos la jugada, comparamos lesiones y nos damos ánimos. Nos recomendamos aplicaciones del iphone para entrenar, intercambiamos las bolsas de hielo, ejercicios de estiramientos y nos lo pasamos pipa. Por cierto, quizá lo mejor de este mes ha sido descubrir un placer desconocido: el spa. La semana pasada nos tiramos dos horas en el talaso aplicándonos chorros en las piernas. Salimos tamaño llavero, pero completamente nuevos. Creo que lo voy a incorporar a mi entrenamiento: una sesión de spa cada quince días. Porque yo lo valgo ¿o no?
El neurólogo puede esperar...

martes, 7 de febrero de 2012

NO TODO EL MONTE ES ORÉGANO: EFECTOS ADVERSOS DEL RUNNING

foto cortesía de ARASAAC
            Hola, queridos vagos. Vaticiné que no todo eran los mundos de yupi en esto del running ¿no? Creo que ha llegado el momento de hablar un poco de los efectos secundarios indeseables de este deporte, que los hay, y que con un poco de cuidado son evitables. La mayoría de ellos nacen de un exceso de entusiasmo cuando el runner neófito se cree Haile Gebrselassie. Aún yo, tortuga asmática por excelencia, he tenido la desgracia de sufrir unos cuantos, de los que hablaré a continuación.
            AGUJETAS: El efecto más inmediato son las odiosas agujetas. Es esa asquerosa sensación de que miles de enanos te están pinchando con agudos alfileres diminutos. ¿Son evitables? En parte sí, sobre todo si se empieza con mucha moderación (ya sabéis, correr 30 segundos/andar 1 minuto). Yo no las sufrí hasta que empecé a correr unos diez minutos seguidos. Lo lógico es pensar que las que más sufrirán esos efectos serán las piernas, puesto que es lo que más se usa, pero al correr ponemos en marcha el 70% de la musculatura de nuestro cuerpo, así que no te extrañe que te aparezcan en los sitios más inverosímiles. A mí me martirizaron los abdominales durante la friolera de seis meses, aún no hace mucho que dejé de tener agujetas por fin. Dicen los expertos (vulgo listos de los cojones) que hay que sufrirlas durante unos tres meses, según la forma física del sujeto. Yo tardé el doble. Y no confundir con el dolor que te pueda entrar después de correr, no es lo mismo. Uno puede llegar hecho polvo con las piernas como si fueran gelatina y al día siguiente estar como nuevo cuando la noche anterior pensaría que no iba a poder salir de la cama ni harto grifa. El remedio contra las agujetas es no dejar de hacer ejercicio y acabarán yéndose por sí solas.
            JAMACUCOS: Otro efecto indeseable son los mareos y bajadas de tensión, ya sea por demasiado calor o por correr excedido de pulsaciones, error muy frecuente en los principiantes. Combinando correr con andar muy poco tiempo es difícil que suceda, pero no imposible. Uno no debe pasar del 60 o 70% de su frecuencia cardíaca máxima. La mejor solución es correr con pulsómetro y dejarse de historias, que a partir de 20 euros los hay, aunque cutres. Como lo que nos interesa es que mida el ritmo cardíaco y no necesitamos más chuminadas, con uno de baratillo nos llega. La otra opción es intentar hablar sin jadear al correr, pero si vas solo corres el riesgo de que te tomen por loco. También puedes buscarte el pulso en el cuello o en la muñeca mientras con el segundero del reloj cuentas el tiempo, tú mismo. Ante cualquier molestia, mareo, taquicardia, sofoco, ahogo o similar, hay que parar, lo normal es reponerse del jamacuco, pero también podría ser síntoma de algo más grave. Aviso a navegantes migrañosos: el exceso de ritmo cardíaco puede dar lugar a un ataque de migraña salvaje, que me lo digan a mí, que hasta tres veces he vuelto a casa con la visión lateral seriamente perjudicada por las auras que preceden al migrañón por andar haciendo el gilipollas con las pulsaciones. A veces la migraña subsiguiente me ha tenido apartada de las zapas hasta cuatro días.
            AGOTAMIENTO: El exceso de euforia puede llevarte a correr todos los días porque ves que puedes con ello, sobre todo al principio, cuando sólo corres cuatro o cinco minutos. ¡Craso error! No tardarás en caer en brazos del agotamiento y a lo mejor lo dejas para siempre. Entrena a días alternos y si los días que no vas estás como si tuvieras una piraña en los calzoncillos, vete a caminar, simplemente, o a nadar, o a andar en bicicleta.
            LESIONES: correr es un deporte de alto impacto. A lo mejor no lo notas, pero cada vez que los pies están en el aire y tocan el suelo, tus piernas aguantan un mogollón de veces tu peso. Las lesiones suelen aparecer tarde o temprano. Tú alégrate, que por ahora lo tienes todo nuevo. Varias son las formas de evitarlas: correr en piso blando (cosa que a lo mejor no puedes hacer porque lo que te queda más cerca es asfalto), correr con zapatillas que tengan buena amortiguación (eso sí puedes hacerlo), correr intentando levantar lo menos posible los pies del suelo y a pasos cortos, y, sobre todas las cosas, calentar y estirar los músculos antes y después, cosa horrible, porque al llegar lo único que te apetece es pegarte una ducha y después un buen homenaje gastronómico. Al principio se puede calentar andando un rato, simplemente, pero los estiramientos de después deberían hacerse siempre. Yo aparte de estirar me echo crema de efecto frío en mi zona sensible: las espinillas. Otra opción es echarse hielo, pero no estoy por la labor, y menos en pleno invierno. Ojo al dato, tengo muchos amigos que han quedado en el dique seco por la periostitis o por la fascitis plantar. Si tenías alguna lesión secreta, y a cierta edad todos las tenemos, ahora saldrá a la luz, la muy cabrona. En mi caso, una distensión del ligamento lateral en la rodilla izquierda que no sé cómo me hice hace años y que me empezó a dar la lata a raíz de correr. Desde que uso el método Galloway ha dejado de molestarme. De todos modos, nunca se debería correr lesionado y hay que parar ante el menor dolor.
            NERVIOSISMO E INSOMNIO. No hablo en broma. Ya he dicho alguna vez que correr produce euforia. Y a mucha gente le da insomnio si lo hace a última hora de la tarde. Si es tu caso, elige otro horario. Lo mejor es seguir el horario que marque el cuerpo. Hay gente que no soporta correr por la mañana. El consejo es válido para todo lo demás: escucha a tu cuerpo y hazle caso. A no ser que tu cuerpo te diga: "quédate en el sofá y sigue criando culo". En ese caso, pasa de él como de la mierda. La próxima semana, la parte buena del asunto, los beneficios. Abur, vagorrunners.