jueves, 17 de octubre de 2013

VEINTISIETE MESES CORRIENDO: SEGUIMOS OMMMM

Dos minutos antes de mi primera San Silvestre
Foto propiedad de Fata Morgana
Hola, queridos vaguetes. Escribo durante una semana de descanso tras la última carrera de diez kilómetros. Vacaciones que me he tomado sin el menor remordimiento de conciencia porque al fin y al cabo todos los humanitas funcionamos a base del sistema del premio y el refuerzo positivo y esto no iba   a ser una excepción, ¿no? No sólo es por eso, después del esfuerzo que supone correr al límite el cuerpo necesita recuperarse, sobre todo las articulaciones. Estoy muy concienciada últimamente con el tema de las lesiones, será porque el churri tiene una fascitis plantar y está en rehabilitación y yo sigo a rajatabla aquello de "cuando las barbas de tu vecino veas cortar..."

Estoy contenta por varios motivos que a su vez se resumen en uno solo: qué bien me va con la filosofía del NPN (No Pasa Nada) ¿recuerdan? Se basa principalmente en bajar el nivel de exigencia y salir a correr por el puro placer de hacerlo, y estoy contenta, digo, porque a pesar de haber rebajado ese nivel y haber hecho casi todos mis entrenamientos desde septiembre con el método Galloway (correr-andar), no he perdido las pocas facultades que tengo, habiendo conseguido finalizar una carrera de diez kilómetros sin demasiado esfuerzo. Quiero decir que no por basar los entrenamientos en hacer parte del recorrido andando va a ser imposible estar corriendo durante una hora seguida. Imagino que tampoco es bueno anclarse para siempre jamás de los jamases en dicho sistema, pero hay que reconocer que es mucho más agradecido.

Este último mes he estado corriendo Galloway de dos formas: en series de 500 metros y en series de 250 metros, que es más agradecido, más divertido y más todo. Más agradecido porque apenas si te da tiempo a cansarte, lo probé recién salida de la gripe, porque estaba tan cascada que ni siquiera aguantaba el Galloway de 500, más agradecido porque en el recuento final vas más rápido que con el de 500 y más divertido porque cuando quieras acordar llevarás una hora haciendo ejercicio y te dará pena porque desearías seguir. Los cuadriculados del entrenamiento probablemente se echarán las manos a la cabeza, pero yo insisto en que no me voy a convertir en atleta a estas alturas, en que corro por mantenerme sana física y mentalmente y, sobre todo, en que ya bastantes reglas tengo que seguir en otros aspectos de mi vida como para hacerlo en la única actividad física que de verdad me gusta. Por eso estoy disfrutando del descanso sin que Pepito Grillo Cabrón ande saltando en mi hombro mientras me susurra el mantra de "Citius, fortius, altius". Y así lo retomaré la semana que viene: con ganas de pasármelo bien, que para sufrir ya nos llega con las que nos hace pasar la crisis ¿no?

martes, 8 de octubre de 2013

LA CORUÑA10 2013: CÓMO ACABÉ MI QUINTA DIEZ MIL

Foto propiedad de Fata Morgana
Gracias, Bruno, por tirar la placa
Yo no sé si tengo mala suerte, querencia a los bichos o simplemente el síndrome de Calimero (ser quejica), pero el caso es que ha vuelto a suceder: la semana anterior a una carrera voy y me cojo un trancazo de mil pares de narices, nunca mejor dicho. Ya no tenía muchas ganas de acudir a mi segunda cita con La Coruña10, considero que es demasiado pronto después de los excesos veraniegos y siempre voy mal entrenada, en verano bajo el ritmo y en septiembre, entre la vuelta a casa, la vuelta al cole y la vuelta en general, tardo en empezar a correr como es debido, pero como la había hecho el año pasado y me picaba la curiosidad de ver cómo me iba este año (la curiosidad mató al gato, dicen)  y además quería testear las nuevas plantillas en carrera, pues me apunté, y seis días después las cataratas del Niágara en forma de mocos se apoderaron de mi organismo sin pedir permiso ni nada, oiga.
Total, que ya iba yo poco fina, saliendo seis o siete kilómetros en plan tranqui un par de días a la semana cuando el martes 24, a doce días del magno evento, me caigo con todo el equipo, lo que me jode al cuadrado porque me impide: 1. Entrenar; 2. Ir a tope de power aunque no entrene, que ya sé yo cuánto me duran los catarros, quince días como poco. Y, por supuesto, pasándolo de pie y trabajando, que no están los tiempos para coger bajas con la subsiguiente bajada de sueldo. En fin, hostias por todos los lados. Para rematarla, no corría diez kilómetros seguidos desde abril, cuando hice mi última carrera, y cuando empecé a pensar en semejante totum revolutum así como to junto, qué quieren que les diga, me hice kk. Salpimiéntese todo esto con el hecho de que el domingo anterior, a ocho días del magno evento y algo recuperada del síndrome del trol (léase catarro) bajé a trotar un poco y en el segundo kilómetro tuve que andar porque no podía con los huevos que no tengo hasta completar la miserable distancia de cinco kilómetros corriendo/andando, y el resultado fue decir: no voy. Suicidios, los justos.

Pero como soy una maldita mula y había cotizado ya los siete pavos de la inscripción con todo lo que eso conlleva, que si la pasarela, que si meter el pin, que si me dan un código que siempre tecleo mal, que ni hacer la declaración de la renta es tan complicado, coño, y perder todo ese chollo me daba así como penita gorda, decidí no precipitarme y pensármelo muy mucho hasta el día seis a las diez cincuenta y nueve zulú. La carrera empezaba a las once. Así que el sábado a las nueve de la noche empecé a preparar las cosas con mi orden y concierto acostumbrados: el chip antes que nada, ya dije que JAMÁS se me volverá a olvidar en casa, el suje técnico, los gayumbos de la suerte (un día contaré de qué va eso), calcetos bajos, camiseta sisa y pantalón corto, que el año pasado me cocí a fuego lento, el pulsómetro, la cinta y, cómo no, el pañuelito motero, que nunca me abandona por su polivalencia: si hace calor impide que se me derrita el coco y me caiga el sudor en los ojos y si llueve absorbe el agua para que no me caiga por la cara, y ocupa menos que una gorra. Como había procurado dormir poco la noche anterior (léase ir de juerga) para tener sueño la siguiente, me largué una sobada de diez horas, sí, diez, han leído bien, y el domingo amanecí fresca como una lechuga recién regada y resignada a sufrir lo que fuera que me esperara. Me despidió el churri en la puerta algo contrito, esta vez él no corría, sigue con molestias fuertes en el pie.
En la calle se dispersaban los últimos coletazos de niebla otoñal y el día se anunciaba despejado, caluroso y sin viento, propio del Octubre coruñés. Excelente lo del viento, pero teniendo en cuenta que casi todo el recorrido transcurría al sol, la cosa no pintaba bien. Yo iba repitiendo mi mantra hacia la línea de salida: "si no te encuentras bien, te retiras" y "nada de pasar de las 175 pulsaciones".
La zona de calentamiento era un hervidero de gente, creo que había apuntados unos 3500 pares de gambas, de los cuales llegaron a la meta unos  dos mil doscientos y pico, treinta y siete de ellos después de la que suscribe. Pero no adelantemos acontecimientos. Calenté ligeramente, di una vuelta a ver quién estaba y solo encontré a Bruno, que iba de miranda esta vez para apoyar a su equipo y me encaminé al cajón 4 con el resto de los runner-plebeyos, los que no bajábamos de 57 minutos, y a mucha honra. Odio esperar en el cajón, me pone nerviosa, así que me calcé los cascos intentando concentrarme hasta que sonó el disparo. La salida fue lenta y en general escalonada, incluso educada, nada de empujones ni adelantamientos por la derecha y sin intermitente. Y yo tampoco me aceleré, esta vez decidí dejar mi usual estrategia de "toro en los sanfermines" para mejor ocasión y dosificar bien mis fuerzas. De hecho, no cogí mi velocidad de crucero hasta el tercer kilómetro.
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Foto por cortesía de dietaydeporte

Tuve buenas vibraciones desde el principio, corría relajada y sin esfuerzo. Llegó la primera cuesta, que el año pasado se me había antojado un ocho mil, aminoré y resolví sin resollar, aceleré en la recta y, a mitad de ella, encontré un culito, o, más bien, un culito me encontró a mí. La propietaria del trasero me adelantó, yo la adelanté en el kilómetro siguiente, después me volvió a rebasar ella y así estuvimos jugando al tuya-mía y yo usándola de liebre, ella a mí no sé, hasta que en el kilómetro siete pegué un acelerón y la perdí de vista. No fue por competitividad, que aquí cada uno compite solo contra sí mismo, me fue genial para mantenerme entretenida y alejada de negros pensamientos en la parte más dura de la carrera, la que transcurre bajo un sol de justicia. En el cinco y medio una necesidad empezaba a atormentarme: ¿Dónde coño estaba el puesto de avituallamiento? Me estaba achicharrando. Al final, el oasis apareció en el seis, y con él el churri, que había bajado, con la lógica preocupación, para enterarse de si había enviudado o, si por el contrario, tendría que seguir aguantándome una buena temporada. Le dije que iba bien, y era la pura verdad, a pesar de que en algún momento rodaba a 187 pulsaciones. Ni un dolor, ni un sofoco, ya había conseguido disociar mi cuerpo en partes y las piernas iban independientes de la cabeza. Tirarme toda la botella de agua por encima sofocó gran parte de mis miserias. En el puesto de control del siete trescientos una señorita muy morruda con pinta de no tomar suficiente fibra me dijo que me quitara los cascos y el buen rollito que me iba dando la excelente versión de HIM del "wicked game" de Chris Isaak se fue a tomar por saco. Decidí no volver a ponérmelos y concentrarme a tope en los tres kilómetros que me quedaban. Tenía dos opciones: acabar manteniendo el ritmo, que empezaba a ser incómodo pero soportable, o intentar bajar de la hora y siete de mi última diez mil y terminar destrozada. Elegí lo primero, al fin y al cabo, era la primera carrera de la temporada y mis cañerías aún tenían una cierta cantidad de porquería mucosa que me lo iba a poner difícil. Enfilé el ocho, la calle donde vivo, y el churri estaba de nuevo allí gritándome que iba a acabar y que si iba bien. Levanté un dedo en señal de ok y la cabeza hacia casa, a ver si mi madre estaba esta vez en la ventana. Y sí, estaba. Saludé con más entusiasmo del que sentía, la carrera ya empezaba a pesar y la tentación de meterme en el portal también, y me sumergí en la vorágine, porque ya empezaba a correr por el centro y el público iba creciendo y no paraba de animar. Choqué manos de niños y agradecí los ánimos a los corredores que ya iban totalmente relajados de regreso, que por cierto, repetían siempre lo mismo: "venga, que ya queda poco". Y cuando me quise acordar, ya estaba en el kilómetro nueve, lo que he dado en llamar "la tortura psicológica de la organización". Y es que no me negarán que es una putada vil y rastrera hacerte pasar por delante de la meta cuando solo (o aún) quedan mil metros para terminar, cuando ya vas hecho mierda, viendo enanos de colores y tan jodido que si te mareas no eres capaz ni de decir tu nombre a los servicios de emergencia porque ni te acuerdas. Ese puto último kilómetro es el peor, y no debo de ser la única que lo piensa, porque cuando iba pasando a un señor que resollaba como un motor de cuatro tiempos, el hombre me soltó algo así como "Esto es horroroso, horroroso...". Le balbuceé como pude aquello de "venga, que ya queda poco", original que es una, al tiempo que también me lo repetía a mí misma, mientras pensaba dónde coño podría denunciar a esta gente por tortura mental, y eso que no le di caña a tope y crucé la meta en un tiempo neto de 01:08'15" con bastante presencia de ánimo, un minuto más que en mi anterior diez mil, y casi cinco minutos menos que en la carrera del año pasado. Entregué el chip, cogí la botella de agua y me marché para casa más contenta que unas pascuas, por los siguientes motivos (léase no se conforma el que no quiere):

  1. No la palmé.
  2. Acabé la carrera, a pesar de ir convaleciente y con poco entrenamiento.
  3. No llegué de última.
  4. Gestioné bien las fuerzas y no llegué destrozada. El año anterior había llegado mucho peor y cinco minutos más tarde.
  5. Corrí bien concentrada, relajada y contenta.
  6. No me dolió nada (en carrera, el día siguiente ya fue otro cantar).
Motivo especial de satisfacción para mí ha sido el hecho de que cuarenta y ocho horas después de la hazaña no me duele ni me ha dolido la rodilla que me tenía amargada desde hacía seis meses. Ahora toca descansar un poco, volver a coger el ritmo y empezar a preparar la San Silvestre. Pero esa ya es otra historia, y ya llegará el momento de contarla, espero. Solo pido que los virus me respeten esta vez. Hasta la próxima, vago-runners.



domingo, 15 de septiembre de 2013

VEINTISÉIS MESES CORRIENDO: EMPIEZA LA TEMPORADA

Hoooola, mis queridos vagorrunners ¿qué tal os ha ido el veranito? ¿Os ha crecido el culete con tanta caña y tanto chiringuito? Me temo que en ésas estamos todos, y claro, ahora con la vuelta al cole y los anuncios de las colecciones en la tele y trailalá trailalá nos empieza a remorder la conciencia y las lorzas nos pesan más que hace una semana ¿verdad? 
Yo he corrido a medio gas este verano, más constante que el año pasado pero con menos kilometraje. Me programé en modo mantenimiento: unos diez-doce kilómetros semanales para eso, para no perder la forma. El fondo ya es otro cantar. Tampoco podía correr mucho porque estaba probando las plantillas nuevas, y además andaba combinando con otras actividades, pero por lo menos no dejé semanas en blanco.
Así que llega septiembre y yo me veo completamente aburguesada y con una diez mil el seis de octubre, así como a la vuelta de la esquina. Solo de pensar en correr diez kilómetros me da una pereza que me dan ganas de meterme en la cama para siempre jamás, palabritadelniñojesús. Pero como yo me caracterizo principalmente por mi cabezonería, esta semana he empezado los entrenamientos, y eso que hasta octubre probablemente no podré hacer tres salidas a la semana, por problemas logísticos, léase madre a tiempo parcial y horarios incompatibles que sólo me permiten salir en las horas de más calor. Ene o, no.
Entonces me siento a tener una seria conversación conmigo misma, que son las peores porque no tienes escape. Y me pregunto: Morgana ¿qué carallo quieres hacer de tu runner-vida este año? Y la respuesta: no lo sé. Hace dos años tenía un reto: correr media hora seguida antes de diciembre. Hace un año tenía otro: correr los diez kilómetros en una hora. Uno lo conseguí, el otro no. Reflexiono un rato largo, muy largo, oigo las ruedecitas de mi cerebro trabajando. Y entonces, se me hace la luz: quiero subir la distancia a quince kilómetros. Distancia tonta, por cierto, porque hasta donde yo sé, no hay pruebas de quince kilómetros, pero si lo consigo, habré logrado dos cosas: aumentar la velocidad en diez, que buena falta me hace, y tener un poco más cerca la posibilidad de ir un día muy remoto a una media maratón.
Ahora toca diseñar el plan: un día de rodaje tranqui, aumentando un kilómetro al mes. Otro de calidad, aumentando la velocidad y el kilometraje según demanda. Y un tercer día de series. Salí esta semana a definir las distancias. El día de rodaje hice siete kilómetros y el día de calidad hice seis. A las series aún no he llegado porque no he tenido ningún día disponible. Lo cual quiere decir que en octubre me tocan rodajes de ocho kilómetros, en noviembre de nueve, y así sucesivamente. Y si pudiera meter un día de piscina por el medio, ya sería fantástico.
A todo esto, no me he vuelto a acordar de mis dolores de rodilla, lo que quiere decir que con las plantillas parece que me va bien. Ahora, el fondo que he perdido a nivel pulmonar durante el verano ha sido acojonante. El día del entrenamiento de calidad aguanté cinco minutos escasos a 180 pulsaciones, que es el ritmo al que suelo ir en las carreras populares. Mal te veo, Mateo. Pero como sigo con mi filosofía del NPN (no pasa nada) no me pienso agobiar, hala.
En fin, el mes que viene os contaré si he sido capaz de ir cumpliendo el plan y si al final me he apuntado a la que sería mi quinta diez mil. Dicen que no hay quinto malo ¿será verdad?

martes, 13 de agosto de 2013

VEINTICINCO MESES CORRIENDO: DIVERSIFICANDO Y DESOBEDECIENDO.

Como niña con plantillas nuevas
El verano, sobre todo cuando viene como tiene que venir, como este año, es la mejor época para practicar deportes al aire libre, siempre y cuando no se hagan en las horas de mayor calor. Por lo tanto, es lógico dejar un poco de lado el running para hacer otras cosas, y eso es lo que me está pasando a mí este año.

Como ya comenté en una entrada anterior, a mediados de julio me decidí a pasar por un centro ortopédico a hacerme unas plantillas a medida, porque empezaba a tener demasiados dolores concentrados en mi pierna izquierda y además en zonas críticas: tobillo, rodilla y ciático. Mientras esperaba a que me las hicieran, y aprovechando que la ola de calor invitaba a correr más bien poco, decidí centrarme más en la natación, siempre sin descuidar el running. El problema es que yo no puedo nadar. A ver, nadar sí que puedo, pero supuestamente por mis cervicales no debo hacerlo a braza, que casualmente es el único estilo que domino un poco.

Lo gracioso del asunto es que mi problema de cervicales es de nacimiento, simplemente tengo muy poco disco de separación entre c3-c4-c5, y eso jamás me había dado dolores ni problemas hasta que empecé a trabajar y a conducir y, en una palabra, me incorporé a la estresante vida de adulto en toda la extensión de la palabra. Cuando era niña y adolescente nadaba a braza horas y horas y jamás tuve la menor molestia en el cuello. Jamás.

Así que nada, aprovechando que tengo una piscina a mano, en julio empecé a nadar a braza unos pocos metros al día, trescientos o cuatrocientos, sobre todo con vistas a mantener la costumbre en invierno un día a la semana con el objetivo de fortalecer un poco el tren superior, el cual tengo bastante menos musculado que el inferior. Y sí, en dos días ya me dolía la musculatura del cuello y la espalda, cosa que ignoré. Teniendo en cuenta que a la vez tocaba la guitarra dos horas diarias, cosa fatal para el cuello, oiga, no sabía muy bien a qué achacarlo. Entonces mi querido churri, que se defiende en el agua bastante bien, se ofreció a enseñarme de una puñetera vez a nadar a crol. Y ahí llegó el horror.
Se me da fatal coordinar y la natación debe de ser de lo peor para los patosos: eso de controlar a la vez brazada, pierna, cabeza y respiración no está hecho para mí. Para empezar, me torcía, cosa que subsané usando gafas de bucear. Lo segundo y peor: el patrón de respiración. Practicaba en una piscina de ocho metros y era capaz de dar seis brazadas sin respirar porque, de intentar hacerlo, se me llenaban boca y nariz de agua con la consiguiente sensación de ahogamiento. ¡Impresentable! Y eso por no hablar de la capacidad pulmonar, que en el agua me da la impresión de que tengo dos uvas en vez de pulmones. Está claro que la práctica del crol pasa por abandonar el tabaco si no quieres palmar por agotamiento. Al mismo tiempo, iba mejorando la técnica de braza para no forzar demasiado el cuello, sacando muy poco la cabeza del agua , sólo lo mínimo e imprescindible para respirar, y en eso sí he mejorado. Así que espero poder añadir un día de natación semanal a mis entrenamientos a partir de septiembre. Eso sí, ni Cristo resucitado me verá en público nadando a crol, me muero de vergüenza solo de pensarlo. Esperemos que a la hora de comer esté la piscina vacía y pueda hacer medio largo, porque ni de coña me veo terminando veinticinco metros seguidos a crol sin ahogarme.

perfil de mi pie izquierdo
Entre pitos y flautas y ahogamientos llegó el día de recoger las plantillas y cambiar la piscina por los pedales, ya que empezaba mis vacaciones en la playa. Esperaba estrenarlas con un rodaje suave esa misma tarde, pero la ortopedista me hundió en la miseria al decirme que todavía no podía correr  con ellas, como mucho andar y correr un poco, que el período de adaptación era de seis semanas y que, al estar modificando la pisada, podía tener agujetas en otros grupos musculares hasta que las patas se acostumbraran al cambio. En resumen: que había que hacerles un rodaje.

perfil de mi pie derecho
El problema es que soy desobediente por naturaleza y que, al igual que me prohibieron la braza y la sigo practicando, hice poco caso de la ortopedista. Anduve el primer día, sí. Anduve y corrí el segundo, pero el tercero no podía más de las ganas y ya corrí todo el tiempo. Rodajes cortos, de cuatro, cinco o seis kilómetros y a trote muy cochinero. Usé también las plantillas con otras zapas para andar e ir de senderismo y por ahora no puedo más que congratularme de habérmelas hecho. Ni una agujeta, ni una. El dolor ciático y el de tobillo han desaparecido. El de rodilla aún persiste al bajar escaleras, pero muchísimo más matizado. A ver qué pasa en septiembre, cuando el volumen de kilometraje semanal se duplique. Por ahora estoy a mínimos, unos diez u once kilómetros a la semana, cuando lo normal en mí es hacer en torno a los veinticinco, pero, como he dicho, en estos momentos estoy en modo vacaciones y alternando con la bicicleta y los paseos. Lástima ser tan torpe, porque tengo aquí al lado una pista de paddle, pero ya he dicho alguna vez que los deportes con cosas en las manos o en los pies no están hechos para mí.

Pues nada, que este mes me he hecho 36 kilometritos de nada corriendo, pero menos da una piedra, ¿no? ¿Qué tal lo lleváis vosotros en verano?

lunes, 12 de agosto de 2013

UN DÍA DE SENDERISMO: III SUBIDA AL MONTE PINDO










Playa de Carnota desde la cumbre del monte Pindo.
Fotos propiedad de Fata Morgana y Eva Quintela


 No todo en esta vida va a ser correr, y creo que ya comenté alguna vez que también me gusta el senderismo, así que aprovechando mi veraneo en la preciosa villa de Ézaro, una vez cada dos o tres años aprovechamos para hacer el ascenso hasta la Moa, el pico más alto del monte Pindo, a seiscientos metros de altitud. Quizá piensen ustedes que es una burrada, pero en absoluto, valga como prueba saber que mi hijo subió por primera vez con siete años, así que...
En fin, que aprovechamos el primer día de nordeste (garantiza día despejado e inmejorable visibilidad) para subir a comer. El ascenso lleva más o menos hora y cuarto, la bajada unos cincuenta y cinco minutos. En total, entre la sesión de fotos, el picnic y toda la pesca, estuvimos cuatro horas.
Hay varias rutas para subir, tres hasta donde yo sé: desde la aldea de O Fieiro, la más fácil, porque ya partes de 300 m de altitud, la que parte del nivel del mar en O Pindo y una tercera más tendida pero también más larga desde Caldebarcos. La de O Fieiro son siete kilómetros en total, ida y vuelta.


Carnota, espectacular al fondo



Ya se ve la Moa, ya se ve

 El encanto de hacer es la ruta es, como ya habrán adivinado, la vista. De las tres veces que he subido ésta ha sido la mejor en este aspecto, el día estaba despejadísimo y se llegaban a avistar lugares tan lejanos como el Pico Sacro, las dunas de Corrubedo y la desembocadura de la ría de Camariñas, un auténtico lujo.
La playa de O Pindo desde la cumbre

Corcubión al fondo



Isla de la Lobeira


O Carromeiro

Playa de Gures

Carnota, en todo su esplendor
Bien, aparte de captar  buenas fotos, yo llevaba otro objetivo en mente: era la primera vez que hacía la ruta desde que corro. Aunque ya he dicho que es fácil, incluso en la cumbre había un señor con bastón, no deja de ser todo cuesta arriba y cuesta abajo. Las veces anteriores había llevado yo misma un bastón para apoyarme en la subida, este año no lo llevé y tampoco lo eché de menos. Y la bajada no fue demasiado rompepiernas, de hecho, apenas si me dolió la rodilla después. Por supuesto, llevaba las plantillas nuevas.
Así que como recomendaciones, poco hay que decir: calzado cómodo, pantalón largo por aquello de los tojos y otras plantas que puedan pinchar, protección solar (yo me quemé la espalda), gorra, una botella de agua, repelente de insectos y a tirar millas. Para los frioleros aconsejo llevar algo de abrigo, porque en la cumbre sopla bastante el viento y hace frío. La ruta está perfectamente señalizada con los signos convencionales de senderismo, ya saben, = y X. Y mejor ir por la mañana temprano, sobre todo si va a apretar el calor. 


Morgana and company tras conquistar la cumbre

Finisterre

Descansando tras el picnic

¡Prueba conseguida!

Asia a un lado, al otro Europa...



Y además, hicimos amigos nuevos

Sólo me resta recomendaros que si un día os coincide pasar por aqui y tenéis tiempo para hacer la ruta, no lo dudeis. Merece la pena.

miércoles, 24 de julio de 2013

UNA VISITA AL ORTOPEDISTA


Sí, son mis pies. Ya ven, soy una runner presumida y me gusta llevar los pies arreglados y con las uñas pintadas en colores chillones. Y eso que los odio, no me gustan los pies en general, ni los míos ni los de nadie. Tampoco me gusta que me los toquen, por eso me los arreglo yo misma y jamás voy al podólogo.

Hablando de pies, aunque esté de vacaciones no me gusta dejar crecer la hierba debajo de ellos, y con motivo de mi segundo runnercumpleaños decidí hacer algo que tenía pendiente desde hacía tiempo: ir al ortopedista para hacerme unas plantillas correctivas. La idea me surgió hace un año y pico, a resultas de que empecé a usar plantillas de descarga normales y corrientes ante la amenaza de una periostitis tibial. Me fue bien, las tibias no volvieron a quejarse, pero este año he notado muchísimos problemas de sobrecarga en la pierna izquierda, y observando las suelas de las zapatillas, tras fijarme en que desgasto mucho más el talón de la derecha que el de la izquierda siendo zurda, pensé que había llegado el momento de rascarme el bolsillo y de hacer frente a unas cuantas verdades verdaderas.

Me han hecho un estudio completo que me ha constatado algunas cosas que ya sabía y me ha descubierto otras nuevas. La primera, lo que ya sospechaba: me estoy autocorrigiendo la pisada. De hecho, la ortopedista me dijo en cuanto vio las suelas: "eres supinadora". A lo que yo contesté que siempre me había tenido por pronadora, justo lo contrario. Un análisis de la planta en el scanner lo confirmó: pronadora que supina por compensación, y de ahí, una mala alineación de las rodillas, con la consiguiente sobrecarga.

Segunda observación: "eres diestra de pie", cosa que también tuve que desmentir. En el hipotético caso de que tenga que dar una patada a una pelota, se me va la pata izquierda sin pensar. Evidentemente, hago más fuerza corriendo con la derecha para compensar las molestias en el lado izquierdo. Molestias que no alivio, por cierto.

Y lo que no sabía: tengo la pierna izquierda más corta que la derecha. Muy poquito, pero lo suficiente como para cargar más en el lado contrario.

Por lo demás, me encontró muy bien para mi edad y para los horrores que dice ver a diario: el arco del puente, perfecto, ni pie cavo ni pie plano. No tengo juanetes ni principio de artrosis. Me dijo que con unas buenas plantillas personalizadas que neutralizaran la pisada y que me durarían dos años, notaría una gran diferencia y dejaría de tener dolores en el ciático, el tobillo y la rodilla. A ver si es verdad. Teniendo en cuenta que las plantillas me cuestan lo mismo que un par de zapatillas y me van a durar el doble si mantengo el kilometraje semanal en torno a los 25-30, creo que merece la pena. Seguiré usando zapatillas neutras. Las plantillas estarán listas la semana que viene, y ahí pasaré a contaros qué tal me va con ellas. Tengo un par de meses para testearlas hasta mi próxima carrera. ¡Pies, para qué os quiero!

jueves, 18 de julio de 2013

DOS AÑOS DE RUNNER: ¿EMPIEZA LA ERA 3.0?

Increíble pero cierto. Este mes he cumplido veinticuatro meses corriendo, cosa que no me habría creído jamás ni en mis mejores sueños. Esto de poner un pie detrás de otro a cierta (y ridícula) velocidad me ha traído inmejorables beneficios, de los buenos, no de los que se llevaba el señor Bárcenas: cuerpo ligeramente musculado, mejor salud, buena respiración, un romance eterno con la disciplina y un puñado de buenos amigos. ¿Qué más se puede pedir? Seguir así y no tener lesiones. Tras este momentazo así como de secta, paso a resumir mis últimos y algo penosos doce meses. La historia de cómo empecé a correr y tumba y dale no la vuelvo a contar. La tenéis en la entrada del aniversario del año pasado. 
 ENTRENAMIENTOS: Mal. No estoy contenta. He hecho muchísimo el perraco. Desde el 12 de julio del 2012 hasta hoy he corrido unos 512 kilómetros. Una mierda para lo que estaba haciendo el año pasado. Me amparé en el mal tiempo que hizo todo el invierno y falté muchos días, incluso he llegado a tener parones de quince días, los que seguís este blog habéis leído hasta la saciedad mis quejas y lamentos. Sigo corriendo, por supuesto, pero he decidido no quemarme al menos hasta septiembre, cuando empiece la temporada de carreras y haya que darle caña. 
 ENTRENAMIENTO CRUZADO:Un buen talón de Aquiles el mío. Mucho trabajar el tren inferior de mi cuerpo y complementar con bici y paseo, que he seguido haciéndolo con cierta regularidad, pero para el superior he seguido sin hacer nada, hasta ahora, ojo, que ha llegado el calor y me he tirado de cabeza a la piscina, nunca mejor dicho. En el próximo post os contaré mis coqueteos con la natación. Ya adelanto que soy mala de solemnidad, se me da todavía peor que el running. Tengo los brazos llenos de agujetas, por cierto. 
 CARRERAS: Muy contenta. He vuelto a hacer todas las del año anterior e incluso alguna más: una San Silvestre de 7,7 km, tres diez miles y cosas pequeñas de cinco y cuatro kilómetros. En todas he bajado los tiempos. Estoy especialmente satisfecha con los diez mil, he bajado diez minutos desde el año pasado. Incluso he ganado una medalla, fue en una carrera escolar, pero gané, al fin y al cabo.
 ESTADO FÍSICO: Bueeeeeno, relativamente contenta. Calculo que he ganado unos tres kilos de masa muscular en detrimento de la grasa, pero ya advierto que no he adelgazado ni un maldito gramo. Me mantengo en mi peso sin necesidad de hacer sacrificios en la mesa y mis piernas parecen cables de acero, pero lo que es adelgazar, nada de nada. En cuanto a mi frecuencia cardíaca, he bajado unas diez pulsaciones en reposo y mejorado el ritmo de carrera. El año pasado a 160 pulsaciones corría a 7'40"-7'30" el kilómetro, ahora lo hago a 7'10", más o menos, y aguanto una carrera de diez kilómetros a 180 pulsaciones e incluso un poco más. Pero de ahí a poder correr los diez mil a 6', mejor irnos olvidando de momento. También fumo menos. 
 LESIONES: Afortunadamente, ninguna, pero he tenido muchísimas más molestias que el año pasado: pinchazos en la rodilla izquierda que insinúan un menisco tocado, dolores en el tobillo y en la planta del pie, dolor de ciático tras carreras largas. Es el precio que hay que pagar por el alto impacto.
 COLEGUEO: He conocido a mucha gente gracias a la página de facebook, tanto runners que están empezando como corredores casi profesionales. Este año se han añadido runners como Nuria, Carme, Fran, Esther, Antonio, Iván y unos cuantos más, perdonadme pero imposible acordarme de todos los nombres. Compartimos experiencias, consejos y nos damos ánimos unos a otros, que esa es la parte buena de las redes sociales.
RETOS: Pues visto lo visto, casi que ni me atrevo a decir nada. El año pasado me impuse el de llegar a correr los 10 km en una hora y me he quedado corta por siete minutos, así que no digo ná de ná. Me gustaría empezar a nadar como complemento un día a la semana y, desde luego, seguir yendo a carreras populares. Por lo de pronto, este verano me he propuesto tomármelo con calma chicha para no acabar sobreentrenada como el año pasado, y en septiembre empezará la fiesta. ¿Os apuntáis?

Y por último diré que este año no hay regalo de cumpleaños. Estamos en crisis y no me he portado bien. ¡Hala! Hasta el mes que viene, queridos vaguetes. Un besazo y seguid quemando suelas.

domingo, 7 de julio de 2013

RETO RUNNING POR DEREITO: CORRIENDO POR EL AUTISMO

Todas las fotos son propiedad de Fata Morgana

Ya saben ustedes lo mucho que me gustan las carreras solidarias, así que imagínense  la ilusión que me hacía correr en el tercer Reto Running por Dereito. ¡Ah! ¿Que no saben lo que es? Yo paso a explicárselo en un pispás.
La asociación Por Dereito, de la que mi marido y yo somos socios fundadores, ya que tenemos un hijo con TEA, se ocupa de la integración de las personas con autismo. De hecho, nació hace unos siete años como plataforma para la integración de los niños con trastorno de espectro autista en las aulas ordinarias e incluso conseguimos crear una experiencia piloto en un colegio de Vilagarcía de Arousa que terminó cuando se produjo el cambio de gobierno en la Xunta de Galicia. Pero de ese tema prefiero no hablar, éste no es el lugar adecuado y además me pongo de mala leche y no es plan. Les recuerdo que este blog intenta transmitir siempre buenas vibraciones.
El caso es que la asociación organiza desde hace tres años un running que dura 24 horas. Bueno, el que corre 24 horas es el ultrafondista asturiano Demetrio Álvarez Gómez, lleva haciéndolo desinteresadamente desde la primera edición, el año pasado completó la escalofriante distancia de 174 kilómetros. No sé cuántos haría este año, habida cuenta que las condiciones climatológicas fueron extremadamente duras.
En fin, el primer año no corrí porque el reto se había celebrado el 16 de julio, si la memoria no me falla, y como yo me encargo de recordarles cada mes, yo empecé en esto del running el 12 de julio, así que como que no era plan meterse en tal lío corriendo treinta segundos y andando un minuto, ¿no? El año pasado el evento me pilló fuera, y por lo tanto este año tenía muchas ganas de ir. Y eso que el día no acompañó en absoluto. como saben ustedes, estamos en mitad de una horrible ola de calor y eso fue lo que chupé por activa y pasiva ayer. No había necesidad ninguna de correr, el reto consistía en cubrir todo o parte del recorrido de aproximadamente cinco kilómetros del paseo de A Illa de Arousa corriendo, andando, en barca, en bici, con el perro, etc. Pero yo lo quería hacer corriendo y además olvidándome de pulsómetros, gps y demás zarandajas. Mi marido me acompañó esta vez en calidad de fotógrafo, ya que no acaba de recuperarse del todo de ciertas molestias en el pie. Como la historia empezaba a las doce de la mañana y teníamos todo el día, decidí correr a las ocho de la tarde, tras darme un baño en la playa que no me sirvió de demasiado refresco: había 35 grados a esas horas y el aire era irrespirable. Ya saben lo mucho que detesto correr con calor, pero... se lo debía a mi niño. Me cogí una botella de agua y allá fui, arrastrando el culito, dispuesta a correr a trote cochinerísimo durante media hora, ni un minuto más.

Ya empezamos mal, forzando las cervicales. ¡Esa posturaaa!

Arrastrando el culito...
En fin, qué quieren que les diga, una puta torturita china, eso fue. El medio litro de agua fue directo a mojar la camiseta y el pañuelo en vez de resbalar por mi gaznate (me puse el uniforme de gala para la ocasión). A pesar del bonito e incomparable marco de la Ría de Arousa yo sólo me iba fijando en las poquísimas zonas que estaban a la sombra y procurando no tropezar con la gente que daba por finalizada su jornada de playa y subía con los cien mil bártulos a cuestas. Dos veces me crucé con Demetrio, el ultrafondista, que iba fresco como una lechuga como si acabara de nacer allí mismo... y "sólo" llevaba unos 60 kilómetros encima. Nos saludamos con una sonrisa, éramos los únicos corriendo en aquel momento. Yo iba tan hecha polvo que no pude ni alzar la mano para saludarlo. Y eso que mi ritmo era de unos 7'30" porque llevaba los pies como si pisara las brasas del infierno. En aquel momento los del Refugio de Animales de Cambados, que también se apuntaron a la convocatoria, iniciaban su tranquila marcha con los perretes abandonados que recogen y a los que ayudan a conseguir un hogar. Y también había gente que hacía el recorrido andando. Corriendo, sólo Demetrio y yo. Bueno, más bien Demetrio, para que nos vamos a engañar, yo hacía lo que podía.

Eso, tú haz que corres que igual hasta se lo cree alguien

Con el sudor se me despegaba el dorsal de la camiseta
Anda, reina, que ya te vale, ya...
 A la media hora justa regresé al punto de partida con la jeta como un semáforo en rojo y viendo enanos de colores, pero satisfecha por mi humilde aportación, ojalá hubiera corrido un poco más, pero, de verdad, es que no podía con el culo, hacía demasiado calor. Me dio por pensar en cómo sería el asunto si eso fuera una carrera popular de diez kilómetros y casi caigo redonda de la impresión.

Bueno, pues sólo me queda dar las gracias desde aquí a la asociación Por Dereito por la iniciativa y la organización, a Demetrio por su encomiable y desinteresado apoyo y a los patrocinadores, especialmente a Chema Sport, que es la tienda donde suelo comprar mis zapatillas de running, por cierto. Les diré que por los cinco euros de la inscripción nos dieron camiseta y bebida en abundancia, así que anímense y vengan al reto del próximo año, yo pienso apuntarme sin pensarlo, entre otras cosas porque... es imposible que nos toque un día con más calor ¿no?

Y si tenéis interés en contactar con nuestra asociación, aquí os dejo el enlace a su página de Facebook:






miércoles, 12 de junio de 2013

23 MESES CORRIENDO. ¿SALIENDO DEL AGUJERO?

www.buscaditos.blogspot.com
Bueno, aquí tenemos a Samarita, la niña más chunga del cine, abandonando el lugar del que nunca debió salir, el pozo. Igual que yo, sólo que menda lerenda va más limpia y muchisísimo mejor peinada, dónde vamos a parar.

Me estoy portando bien este horroroso mes de junio, cosa que achaco a tres motivos: el primero que estuve bastante fastidiada el mes pasado con la maldita infección, y cuando salgo de una de éstas es como si volviera a nacer. A pesar de que los antibióticos me dejaron flojota, tenía ganas de correr. Estuve quince días en el dique seco por culpa de los estreptococos, sólo rompiendo mi retiro para correr la carrera del cáncer. Y me apetecía volver, buena señal. Pero no de cualquier manera. Ahora paso a explicarlo.

El segundo motivo es que, aunque el tiempo sigue siendo francamente asqueroso e indigno de un mes de junio que se precie, ya no hace frío. Por lo menos ese frío que hace que la pereza se te pegue al cuerpo como una maldita garrapata. Amanece temprano y eso me da ganas de empezar el día con energía, así que he vuelto a mi antigua costumbre de entrenar a primera hora de la mañana. Anteayer me tocó hacerlo bajo un calabobos (qué buen nombre) persistente, pero aún así, no me amilané.

El tercero, y paradójico, es que he terminado mi temporada de carreras, y eso ha supuesto para mí un gran relax porque ya no tengo la "presión del entrenamiento". Se acabó contar los días que faltan para la carrera y cuántas salidas tengo que hacer por huevos kinder hasta entonces. Corro por gusto y a la velocidad que me da la gana, sin sentir en la nuca el fétido aliento de nadie ni al cabrón de Pepito Grillo susurrándome en la oreja aquello de "citius, fortius, altius" mientras me deshace el hombro izquierdo con sus jodidos saltitos.

Bien, comencé a entrenar de nuevo el lunes pasado, aún encontrándome algo flojilla. Para animarme, me ando embaulando un complejo vitamínico a días alternos, a ver si recupero el tono. Y como una ya va siendo perro viejo (y cojo) y sabe que no se puede volver por las bravas, intentando pisar la alfombra roja y ser pasto de los flashes porque luego el cuerpo lo paga, he regresado a mi querido amigo Galloway con los brazos abiertos. Ya saben: medio kilómetro andando, medio corriendo y espero continuar así hasta julio. Y en lo que va de mes, pues ya me he cascado cerca de treinta kilómetros. El Galloway tiene otra gran ventaja: permite correr días seguidos en lugar de alternos, así que la semana pasada salí lunes, martes, jueves y viernes puesto que mi disponibilidad horaria me lo permitía. Esta semana no tendré tanta suerte y sólo podré hacer tres sesiones. Y he corrido contenta, las endorfinas vuelven a circular por mi organismo libremente. Y pasando del cronómetro como de la mierda, oiga. Nadie me está esperando al llegar. Y eso que a estas alturas de la película llevo en el body cien kilómetros menos que el año pasado por estas fechas. ¡Cien! Una de dos, o hace doce meses estaba muy envenenada o en los últimos once he sido una vaga de mierda. Probablemente ambas cosas.

Me quedan treinta días para cumplir mi segundo aniversario como runner y hacer aquello tan católico de examen de conciencia, dolor de corazón y propósito de enmienda. Hasta entonces, intentaré seguir corriendo a ver si llego a alguna parte. Hasta luego, vaguetes.

domingo, 26 de mayo de 2013

CARRERA CONTRA EL CÁNCER: MEDIO RETO SUPERADO!!!!

Bien escoltada antes de la salida
Esto de las carreras pequeñas tiene más peligro que una serpiente de coral dentro de los calzoncillos (o de las bragas, por aquello de no discriminar). Lo digo porque como te crees que tienes menos riesgo de palmarla por aquello de que es menor la distancia, pues decides probarte a ver cuánto aguantas y no llevar estrategia ni pollas. Y eso es lo que me pasó a mí hoy, y a mi marido, que corrió a un ritmo endiablado de 3'41".
Parece que últimamente mi tónica general es correr convaleciente de un trancazo monumental. Ya me pasó en la San Silvestre, que me levanté de la cama para correr. Esta vez no me levanté porque en ningún momento me había metido en ella. No por decisión mía, fue mi nómina la que no estuvo de acuerdo en absoluto en coger la baja para pasar encamada un brutal resfriado que acabó, cómo no, con antibióticos. Y a pesar de que el médico me aconsejaba no correr hoy, y que no había entrenado nada en los últimos quince días, fui. La carrera del cáncer es imperdonable para mí, por mi padre, por mi hermano, por todos los conocidos, desconocidos y anónimos que sufren esta mierda de enfermedad. Y lo mismo que yo debieron de pensar las 915 almas que participaron en la prueba absoluta. Al fin y al cabo, son sólo 5000 metros. Pero a mí, como digo, convaleciente, me parecieron 50.000.

La familia que corre unida, permanece unida
Nos tocó un día nublado y frío, a diferencia del año pasado, que fue radiante. Y la verdad es que la ciudad se volcó con el evento, estaba todo el mundo: Gaby, Fede (gracias por cogernos el dorsal, chavalote), Patricia, Bruno, Jorge, Miguel, Paloma, Antonio... Por cierto, el año pasado fueron Paloma y Antonio los que marcaron mi ritmo y gracias a eso me di cuenta de que podía correr más rápido de lo que yo pensaba sin despedirme de este mundo cruel, y lo había hecho a un ritmo de 6'20". A partir de ahí empecé a rebajar las marcas de todas mis carreras. Hoy no llevaba liebres, pero quería cubrir la mitad de mi reto, que les recuerdo que es correr 10 km en 60 minutos, es decir, ir a ritmo de 6'. Y para eso, primero hay que lograr correr los 5 km a ese ritmo. Bueno, pegaron el tiro y empecé muy bien, acabé el primer kilómetro a 5'15", ya sabiendo que me iba a resultar imposible seguir así. La primera vuelta me resultó una completa torturita china, me pesaban las piernas a plomo... ¡y los brazos! En diez kilómetros es normal que dos o tres veces tenga que bajarlos para relajar los músculos, pero en cinco no me había pasado nunca. Lo achaqué a la falta de entrenamiento y a lo hecha mierda que había estado los últimos quince días. Y me acordé del maldito médico: no debería haber corrido, pero ya estaba allí. La prueba constaba de dos vueltas al circuito y ya saben lo que pienso sobre eso: dejà-vu chungo. Más chungo todavía fue ver a gente andando ya en la primera vuelta. Mientras yo subía al Millenium me crucé con mi marido, que bajaba pateando como un gamo. Hasta entonces, todo controlado: 170 pulsaciones y yo más jodida que un ciclista subiendo el Tourmalet, sin coger bien el ritmo ni conseguir concentrarme en la música que iba escuchando. Llevaba el gps activado para medir el recorrido, y a los 1500 metros sólo me apetecía marcharme a casa y darme un baño caliente... o una ducha fría, no lo tenía muy claro.

Empezando la segunda vuelta, creo...

La cosa mejoró y empeoró en la segunda vuelta, ya no hubo dios que me hiciera bajar de las 188 pulsaciones (nunca había corrido a más de 180, o por lo menos tanto tiempo). En el 3,5 me llegó el momento revelación, ya saben, me dan igual ocho que ochenta. Había muchísima gente animando y bajé hacia la meta frenándome para no elevar más el ritmo cardíaco. Aunque iba agobiada, mis pulmones se comportaron, y es que en esta última semana apenas había fumado, y se nota, vaya si se nota. Iba haciendo sumas, restas, multiplicaciones, divisiones... en fin, sencillas operaciones de cálculo elemental a ver si conseguía terminar en 30 minutos o menos, bajar de los 32 minutos del año anterior, en suma, y de repente me asaltó un pensamiento espantoso, que fue el siguiente: Morgana ¿te imaginas hacer EL DOBLE de kilómetros a este ritmo? ¡Imposible! Creo que no lograré mi reto 10/60 en la vida. Afortunadamente, mi chico me esperaba a doscientos metros de la meta para tirar de mí y entrar juntos. Bueno, en su caso, reentrar, había terminado en 18 minutos, bendito él. Crucé el arco en 29'37" a 195 ppm. Había conseguido acabar en menos de media hora por los pelos y subir mi umbral aeróbico en unas 10 pulsaciones más. Y mi gps cantaba que no eran 5000 metros, sino 4830, pero ¿qué más da? Según la organización corrí a 5'54", según mi maldito cacharro, a 6'07". En cualquier caso, prueba conseguida.

En fin, bien está lo que bien acaba. Entré de 768 sobre los 915 y de 231 entre las 450 féminas. Ojalá el año que viene no me toque ir resfriada otra vez, porque juro que volveré. Mi chico quedó de 62, como el campeón que es.

Ahí entra el 62
Y con esto acaba una temporada de carreras de la que me siento satisfecha, puesto que he bajado mis tiempos en todas ellas con respecto al año pasado. Estoy especialmente contenta con las diez mil, he rebajado diez minutos los tiempos del 2012. Hasta que empiece la nueva temporada, el 6 de Octubre con La Coruña 10, me apuntaré a cositas pequeñas que me resulten apetecibles y seguiré entrenando lo que pueda, porque si de algo no estoy orgullosa esta temporada, es de mis entrenamientos.

PD. Gracias, Pablo, por las excelentes fotos.

lunes, 13 de mayo de 2013

VEINTIDÓS MESES CORRIENDO: GANO UNA MEDALLA

 Ustedes imagínense la escena:
-¡Mamá, mamá, mamá, he ganado una medalla de atletismo en el cole!
-¿No me digas, hija? ¡Qué bien!
El asunto tendría un pase si la ganadora en cuestión no tuviera cuarenta y siete añazos ¿verdad? Pero el caso es que así llegué yo el viernes por la tarde a casa de mi madre, que se partía de risa viéndome tan entusiasmada. Nunca ha entendido del todo nuestra afición al running.
En fin, que este último mes he continuado con mi filosofía del NPN, lo que se traduce en la práctica en semanas siguiendo puntualmente el plan de entrenamiento y semanas pasando de todo si llovía, que llovió. En una de mis salidas pude hacer realidad mi sueño de correr en Ourense por la ribera del Miño, lástima que el calor fuera francamente insoportable. Tuve que pasar una semana en el dique seco por lo maltrecha que quedé de los diez kilómetros de La Coruña 42, así que no entrené demasiado, todo sea dicho.
Con mi compañero Fernando, antes de empezar

El maratón do Salnés es una carrera escolar (3,73 km) que se viene celebrando en Portonovo todos los años. Ésta era la vigésima edición y yo ya la había corrido el año pasado con los alumnos de mi cole de 3º y 4º de la ESO. Este año fuimos con los de 1º y 2º. Acuden colegios de toda la comarca y está muy concurrido. La parte mala es que el trazado es bastante horroroso, con un par de cuestas de éstas que empiezan tendidas y al final tienen un repecho que te cagas. Y no lo compensas con la cuesta abajo, no... al contrario, tienes que ir frenando la inercia porque las piernas no dan para más.
El año pasado me encontré con la desagradable sorpresa del trazado unida al calor insoportable, pero este año ya sabía a lo que me enfrentaba, la experiencia es un grado. Y un vientecillo del nordeste anunciaba que la cosa iba a ser menos sacrificada que el año anterior. Además, esta vez corrí sola, en la anterior edición iba marcándole el ritmo a una alumna. Y es de esas carreras odiosas que das dos vueltas al mismo circuito, lo que yo llamo el "Síndrome del dejà-vu chungo", así que te comes cuatro cuestas sí o sí, dos de ellas al lado de la meta para entrar en la ídem arrastrándote como una puta serpiente, sin la menor elegancia y con nula dignidad. Véase si no cómo pasé la primera vuelta, que parezco Lina Morgan:


Bien, mi intención era la misma que en todas las carreras que he corrido este año: hacer menos tiempo que el año anterior. Ésta la había terminado en 27'30'' hace doce meses y conseguí rebajar tres minutos y acabar en 24'15". No estoy satisfecha con el resultado, en las demás carreras, siendo más distancia, he conseguido bajar entre cuarenta y cinco segundos y un minuto, pero ya digo que las cuestas malditas son muy poco agradecidas y sólo conseguí acortar treinta segundos por kilómetro. En fin, menos da una piedra. El recorrido transcurrió como de costumbre: rodeada de chavales que salieron como toros en los sanfermines y pincharon al empezar la primera cuestita, para rehacerse milagrosamente a los trescientos metros de la meta. Yo corrí todo el tiempo, sin quemarme demasiado, la verdad es que a lo mejor podría haber sufrido un poco más, pero no tenía ganas. Al final crucé la meta con bastante presencia de ánimo, teniendo en cuenta que iba con un pulmón en cada mano:


llegada a meta
 Y cuando las chicas del control de meta me pusieron la medalla al cuello, no me lo podía creer. "¿Pero es para mí?" repetía sin cesar. Es la primera vez en mi vida que gano algo en una competición deportiva, no os podéis imaginar la ilusión que me hizo, aunque fuera en una carrera tan cortita, estaba como si hubiera acabado la maratón. ¡Mi primera y probablemente última medalla! Se la dediqué a Marta, la alumna con la que había corrido el año pasado. Cuando salieron las clasificaciones vi que había quedado de cuarta en mi categoría... por los pelos me quedé sin trofeo y sin podio. Casi mejor, no creo que mi maltrecho corazón hubiese soportado tanta emoción. A lo mejor el año que viene...



mi medalla, mi tesoro...
Lo mejor, las felicitaciones y los aplausos de los alumnos que habíamos llevado. Muchos de ellos llevaron medalla también, y algún que otro trofeo.
En fin, que sólo me queda una carrera para terminar la temporada: será la del Cáncer en La Coruña el 26 de mayo y espero poder ir y hacer mejor tiempo que el año pasado. ¡Y qué poco me queda para mi runneraniversario, sólo un par de meses! Tengo que ir pensando en cómo lo celebro. ¿Alguna sugerencia?