viernes, 11 de enero de 2013

DIECIOCHO MESES CORRIENDO Y PENSANDO EN LOS SEIS SIGUIENTES

Foto propiedad de Jacobo L.
Pues sí. Año y medio ha pasado desde aquella aburrida tarde de julio de 2011 en que decidí pegarme una carrera de doscientos metros escasos y casi me sale el corazón por la boca. No sé si ha pasado mucha agua debajo del molino, pero les juro que por encima de mi cortavientos no ha sido poca, no. Voy a hacer un poco de balance, más que nada para animar a unos cuantos anónimos y conocidos que en los últimos meses se han añadido a este blog y que se desesperan porque no avanzan con la rapidez que ellos querían. El running no es deporte para impacientes, ya lo digo. Es un deporte de fondo no sólo para el cuerpo, también para la cabeza. Quizá yo he ido excesivamente despacio, pero no me arrepiento.

En estos dieciocho meses he corrido unos 1100 kilómetros, aproximadamente. No tengo datos fijos de los primeros seis meses, pero sí del último año: 700 kilómetros. Visto así parece mucho, pero no es tanto. La mayoría de los corredores que conozco no suelen hacer menos de 1000 anuales. Todavía voy por el segundo par de zapatillas.

Vayamos a las carreras: he hecho siete en un año: dos sansilvestres de casi ocho kilómetros, dos diezmiles, una de cinco y un par de cuatro. Las terminé todas, por lo menos. En una de ellas (la primera) llegué de última y en mi primera diez mil, de penúltima. Me congratulo especialmente de haberme atrevido a perder la vergüenza y acudir a las carreras populares, puesto que hoy en día entrenar para ellas se ha convertido en mi principal motivación para salir a correr. Ya no corro para estar en forma, lo hago para mejorar los tiempos en la siguiente carrera. 

Hablemos ahora de mejoras en los tiempos, por cierto. Sigo siendo una tortuga, pero menos coja que el año pasado. A falta de datos en cinco mil, he bajado ocho minutos en los ocho mil en doce meses y cinco en diez mil en seis meses. En mi primer test de Cooper no pasé de los 1500 metros en doce minutos; en el último llegué a los dos kilómetros. En enero del año pasado entrenaba a siete minutos y medio el kilometro, ahora lo hago entre treinta y cuarenta y cinco segundos menos. Así que mentiría como una cochina si dijera que no estoy contenta. También tengo claro que la mejora este año va a ser mucho menor, hasta que me estanque y no pueda mejorar más.

En cuanto a pulsaciones, la bajada también ha sido significativa (a pesar del cigarrito): unas diez pulsaciones en reposo. En carrera aguanto sin despeinarme unas veinte más que hace 365 días. Para redondear: ninguna lesión, que yo sepa. Un ligamento lateral interno de la rodilla un poco tocado y dolorcillos de menisco de vez en cuando. Mis abductores, impecables. Se nota que nunca he jugado al fútbol. Lo digo porque todos mis colegas runners que fueron futboleros en sus años mozos los tienen tocados, incluido mi señor marido.

En estos dieciocho meses he descubierto y desarrollado mis gustos personales en la práctica del footing. Me gusta correr a última hora de la tarde, aunque casi nunca puedo hacerlo, prefiero ir sola y necesito escuchar música a toda hostia, preferiblemente rock y heavy. Odio correr con calor y/o con lluvia.

En fin, tras tanto autobombo vayamos al futuro inmediato. ¿Qué voy a hacer este año? En principio, tres carreras de diez mil, en febrero, abril y octubre. Una de cinco mil fijo más todas las pequeñas que se me presenten y, por supuesto, la San Silvestre. ¿Objetivos? Pues tengo uno muy claro, como claro tengo que no creo que lo pueda cumplir: correr los diez kilómetros en una hora de aquí a julio. Aunque he conseguido bajar treinta segundos por kilómetro en esa distancia, los otros malditos treinta sé que me van a costar sangre, sudor y lágrimas y tampoco es plan, vaya. Que como dice Murakami, el dolor es obligatorio y el sufrimiento es opcional y yo de sufridora tengo poco. Para animarme me he planteado otro objetivo: hasta ahora el día de rodaje largo (uno a la semana) hacía como mucho diez kilómetros. La idea ahora es alargarlos hasta llegar hasta los quince o dieciséis, aumentando un kilómetro al mes. En enero, por aquello de no estresarme, haré una tirada larga a la semana de nueve. Por cierto, ayer hice la primera, vaga de mierda, no hacía una tirada de nueve en entrenamiento desde mediados de julio. Llegué absolutamente destrozada. Cuando terminé iba andando por la calle como si llevara globos en las suelas de las zapatillas, los dos últimos kilómetros fueron un completo infierno. Pero en eso consiste la cosa, claro. Estaba yo muy cómoda corriendo como mucho ocho kilómetros y para mejorar hay que salir de la zona de confort. Por cojones. Lo que me recuerda que en algún momento tendré que ir pensando en retomar un día de series. Sólo de pensarlo me entran sudores fríos.

¿Y vosotros? ¿Habéis definido los objetivos para este año? ¿Vais a sacar por fin el culito del sofá?

Nos vemos pronto, vagorrunners. Me voy corriendo.

martes, 8 de enero de 2013

SAN SILVESTRE 2012: EL CARRERÓN

foto propiedad de Fata Morgana
Queridos seguidores: antes de nada, feliz año nuevo a todos. Queridos seguidores novatos: si sois tortugas asmáticas os interesa leer esta entrada.
El 31 de diciembre afronté mi segunda San Silvestre (llamada por mí la San Suplicio) en las peores condiciones posibles. Al final se me coló algún virus maldito en mi sistema inmunológico y llevaba ocho días con un catarrazo de antología, hecha un puro moco y llevando siete noches sin dormir apenas por culpa de la tos. De hecho, esa mañana me levanté con tal cantidad de agujetas en la espalda y el diafragma que a punto estuve de mandar todo a tomar por saco. Para acabar de ayudar, esa tarde jarreó más que nunca, llovía que ni en la selva tropical. De lo más apetecible, vamos. Mi último entrenamiento, por evidentes motivos de salud, había sido el 25 de diciembre, así que iba descansadísima de piernas, a falta de descanso en mis vías respiratorias. Estaba tan obsesionada por hacer la carrera que tres días antes, y viendo síntomas claros de infección, fui al médico a que me diera un antibiótico suave y no le dije que iba a correr. Quería hacerlo y tenía que hacerlo, para eso había estado entrenando el último mes. Eso sí, me prometí a mí misma que me retiraría en caso de encontrarme mal o notar fatiga. 
Total, que allá nos presentamos mi marido y yo en el punto de salida a las cinco zulú, en vez de quedarnos en casa durmiendo la siesta, que la tarde no estaba para otra cosa. En el trayecto hasta la plaza de María Pita nos cayó la del pulpo y nos pusimos como pitos. La lluvia deslució la salida, sobre todo porque no se disfrazó tanta gente como otros años, pero no así el índice de participación: de los 1253 apuntados, llegamos a la meta 1126. El primero lo hizo en 24 minutos, el último en hora y siete.
¿Qué tal me fue a mí? Muy bien, la verdad. El año anterior había llegado de última y había tardado 58 minutos en hacerla, esta vez tardé 50. ¡Ocho minutos menos que el año pasado! Es decir, en un año le he bajado un minuto a cada kilómetro. No puedo estar más contenta.  Por eso digo, seguidores novatos, que no perdais la fe, el dios del running existe. Creo que se llama entrenamiento. Parece ser que los 700 km que les metí a las zapas en 2012 han servido de algo.
No sólo fue el resultado, fue la carrera en sí. Aunque me esté mal decirlo, corrí estupendamente, controlando muy bien el ritmo, cortándome en las cuestas (que por cierto me parecieron mucho menos chungas que el año pasado), aprovechando el tirón en las bajadas, disfrutando a tope, sin agobios, sin sofocos, sólo sonándome la nariz continuamente, eso sí. ¡Y sin cruzarme con los que iban ya de vuelta, sin llevar el coche escoba detrás, ni las motos! Habría firmado por llegar en 55 minutos, así que os podéis imaginar cómo iba gambeando en los últimos 500 metros, al ver que iba a acabar en menos de 51. Disfruté el momento, sí, porque sé que el año que viene ni de coña podré bajar tanto el tiempo, el ritmo llega un momento que se estabiliza por mucho que se entrene. Para acabar de hacerme feliz, dejó de llover, no hizo viento y mi marido estaba esperándome en la meta para darme un abrazo. A él le fue genial, como siempre, acabó en 30 minutejos de nada. Como yo no tengo foto en carrera, pongo la suya:
foto propiedad de www.sansilvestrecoruna.com
En cuanto a la organización, impecable. La gente se ha quejado del precio de la inscripción (12 euracos), pero no me parece tanto considerando que la camiseta que regalaban está guay (con gorrito de papá noel incluido) y que el avituallamiento de la meta incluía roscón de reyes, isotónica, fruta y agua. Por cierto, mucho mejor este año la organización de championchipnorte en cuanto a los resultados, ya desglosados en tiempo real, tiempo neto, etc. La San Silvestre coruñesa va por su tercera edición y se nota cómo va ganando en experiencia. Que cuenten conmigo el año que viene.