miércoles, 12 de junio de 2013

23 MESES CORRIENDO. ¿SALIENDO DEL AGUJERO?

www.buscaditos.blogspot.com
Bueno, aquí tenemos a Samarita, la niña más chunga del cine, abandonando el lugar del que nunca debió salir, el pozo. Igual que yo, sólo que menda lerenda va más limpia y muchisísimo mejor peinada, dónde vamos a parar.

Me estoy portando bien este horroroso mes de junio, cosa que achaco a tres motivos: el primero que estuve bastante fastidiada el mes pasado con la maldita infección, y cuando salgo de una de éstas es como si volviera a nacer. A pesar de que los antibióticos me dejaron flojota, tenía ganas de correr. Estuve quince días en el dique seco por culpa de los estreptococos, sólo rompiendo mi retiro para correr la carrera del cáncer. Y me apetecía volver, buena señal. Pero no de cualquier manera. Ahora paso a explicarlo.

El segundo motivo es que, aunque el tiempo sigue siendo francamente asqueroso e indigno de un mes de junio que se precie, ya no hace frío. Por lo menos ese frío que hace que la pereza se te pegue al cuerpo como una maldita garrapata. Amanece temprano y eso me da ganas de empezar el día con energía, así que he vuelto a mi antigua costumbre de entrenar a primera hora de la mañana. Anteayer me tocó hacerlo bajo un calabobos (qué buen nombre) persistente, pero aún así, no me amilané.

El tercero, y paradójico, es que he terminado mi temporada de carreras, y eso ha supuesto para mí un gran relax porque ya no tengo la "presión del entrenamiento". Se acabó contar los días que faltan para la carrera y cuántas salidas tengo que hacer por huevos kinder hasta entonces. Corro por gusto y a la velocidad que me da la gana, sin sentir en la nuca el fétido aliento de nadie ni al cabrón de Pepito Grillo susurrándome en la oreja aquello de "citius, fortius, altius" mientras me deshace el hombro izquierdo con sus jodidos saltitos.

Bien, comencé a entrenar de nuevo el lunes pasado, aún encontrándome algo flojilla. Para animarme, me ando embaulando un complejo vitamínico a días alternos, a ver si recupero el tono. Y como una ya va siendo perro viejo (y cojo) y sabe que no se puede volver por las bravas, intentando pisar la alfombra roja y ser pasto de los flashes porque luego el cuerpo lo paga, he regresado a mi querido amigo Galloway con los brazos abiertos. Ya saben: medio kilómetro andando, medio corriendo y espero continuar así hasta julio. Y en lo que va de mes, pues ya me he cascado cerca de treinta kilómetros. El Galloway tiene otra gran ventaja: permite correr días seguidos en lugar de alternos, así que la semana pasada salí lunes, martes, jueves y viernes puesto que mi disponibilidad horaria me lo permitía. Esta semana no tendré tanta suerte y sólo podré hacer tres sesiones. Y he corrido contenta, las endorfinas vuelven a circular por mi organismo libremente. Y pasando del cronómetro como de la mierda, oiga. Nadie me está esperando al llegar. Y eso que a estas alturas de la película llevo en el body cien kilómetros menos que el año pasado por estas fechas. ¡Cien! Una de dos, o hace doce meses estaba muy envenenada o en los últimos once he sido una vaga de mierda. Probablemente ambas cosas.

Me quedan treinta días para cumplir mi segundo aniversario como runner y hacer aquello tan católico de examen de conciencia, dolor de corazón y propósito de enmienda. Hasta entonces, intentaré seguir corriendo a ver si llego a alguna parte. Hasta luego, vaguetes.