sábado, 10 de enero de 2015

CUARENTA MESES CORRIENDO: ASÍ ACABÉ MI CUARTA SAN SILVESTRE

Fresqui antes de empezar. Gracias, Fede, por la foto.


¡Cómo pasa el tiempo! Tres años y medio ya dándole a la zapatilla. Tengo la misma sensación que cuando aprendí a escribir a máquina: no recuerdo cómo era mi vida sin hacerlo. Y eso que este último año no he corrido mucho que digamos: unos 460 kilómetros de nada.

En fin, dejémonos de moñadas. La verdad verdadera es que este año no tenía la menor intención de acudir a la San Silvestre porque a) es muy cara con respecto al resto de las carreras del año, doce euros y b) no me gusta cómo está organizada, lo cual me lleva a c) está muy mal organizada para lo cara que es. Pero ya se sabe, la gente empieza a comentar que se apunta y te entra el gusanillo... y en vez de aplastarlo con mis zapatillas de correr me inscribí. Alea jacta est. Por lo menos este año tuve una experiencia única y espero que no irrepetible: fui a la carrera sin gripe, sin catarro, sin tos, y sin mocos. ¿El motivo? La pillé a principios de mes, lo cual me tuvo diez días encerrada en casa sin poder entrenar. Aunque, la verdad sea dicha, ya no entreno para la San Silvestre ni para nada. Salgo a correr y punto. Y visto lo que me esperaba, hice muy requetebién.
Así que el dia 31 de Diciembre salí de casa a las 16.15 zulú en dirección al nuevo punto de salida de la San Silvestre, el paseo del Parrote, con la pereza más grande con la que jamás he ido a una carrera, blasfemando en todas las lenguas vivas y muertas que conozco. El churri, ya repuesto de sus lesiones, se quedó durmiendo la siesta, ya que dice que en su runnermente tiene peces más grandes que guisar. Sentí una envidia francamente insana. Por lo menos, la tarde estaba estupenda, aunque fría. Era la primera vez que iba a correr sin que hubiera llovido o fuese a hacerlo en por lo menos las 72 horas anteriores y posteriores. Otra novedad. Pero vayamos a lo importante: ¿cuál era el motivo de mi cabreo? Pues muy sencillo: el anuncio por parte de la organización, unos diez días antes (cuando ya estaba inscrita), del acortamiento del recorrido en un kilómetro y del cambio de trazado del tramo final. La culpa se la echaban a las obras del nuevo túnel de la Marina, obras que llevan meses y que se calcula que terminarán en abril o mayo. ¿Y no lo sabían cuando salió la inscripción? Por cierto, ni siquiera se molestaron en cambiar el trazado en el PDF de la página web. Si llego a saberlo, no me inscribo. Si pago es porque quiero la misma distancia para saber si he mejorado o empeorado con respecto a años anteriores. Entre lo de este año (y aún no he acabado de rajar, aviso) y los cambios en la edición anterior, ahora sí que digo alto y claro que no vuelvo más.
Pero bueno, vayamos al tajo. Chorrecientas mil personas en la salida, que cada vez va más gente. Muchos disfraces. El speaker diciendo tonterías, como es su costumbre. Me calcé los cascos y me di cuenta de que había empezado la cosa cuando vi que todos andaban en plan "las muñecas de Famosa se dirigen al portal". Salida mala y lenta. Una vez que pudimos empezar a correr, muchos empujones y pisotones. Gente acortando por donde podía, allá ellos. Yo, con calma chicha. Llegó el primer repecho del 7 y pico por ciento de pendiente y ni me enteré. Cómo cambia la cosa, el primer año casi muero asfixiada al subirlo.


Allá vamos. Foto cortesía de dietaydeporte
Foto cortesía de dietaydeporte
En el kilómetro dos ya nos cruzamos con la cabeza de carrera, que ya estaban a un kilómetro escaso de la meta. Por entonces yo ya empezaba a acusar el calor, aunque llevaba la indumentaria normal en un día de invierno. A punto estuve de dejar la braga del cuello tirada por el camino. En éstas, me pasó un tío disfrazado de vieja con bastón, cosa que me sentó bastante mal. Llegó el kilómetro tres y con él la cuesta más chunga del recorrido, la que va del paseo de los menhires hasta la sartén de la torre de Hércules. Y, nuevamente, apenas me enteré. Disminuí la zancada hasta convertirla en pasitos diminutos que fui ampliando a medida que terminaba la pendiente y sin problemas. Hacía un año que no subía esa cuesta. Como siempre, en cuanto comenzó la cuesta abajo me convertí en un bólido y empecé a adelantar gente como si no hubiera un mañana. Gente que a su vez me rebasó en los jardines de la Maestranza al acometer la última y novedosa parte del recorrido. En los últimos 500 metros estaba mi suegra de espectadora esperándome para darme ánimos (para que luego digan de las suegras, ¿eh?) y bajé la última cuesta antes de la meta en María Pita: el Rosario, con un pavés muy ad hoc para partirse una pierna, cualidad aumentada y corregida  en forma de socavón al final de la calle, cuando había que hacer la curva para entrar en meta. Gracias, organización. Aún así, no disminuí la velocidad y crucé la meta en 44.05 de tiempo neto según mi cronómetro. Y digo esto porque, al igual que el año pasado, los encantadores organizadores solo pusieron alfombra para el tiempo total.
foto cortesía de championchipnorte
Afortunadamente, siempre lo digo, el running genera endorfinas. Las necesité para aguantar los siguientes quince minutos. Lo lógico al terminar una carrera es devolver el chip, coger algo de beber y pirarte para tu casa ¿no? Pues en este caso, no. Como la plaza de María Pita está en esta época llena 
de cachivaches navideños varios, había un pasillo de vallas entre la meta y el avituallamiento que no podíamos saltarnos y que nos obligó por segunda vez a ir en plan "las muñecas de Famosa se dirigen al portal" hasta que pudimos dispersarnos. Pero ahora era sudados y casi anocheciendo, con lo cual no tardé nada en empezar a castañetear los dientes con el frío. De hecho regresé a casa con una pinta de terrorista que no veas, con la braga tapándome hasta la nariz y el gorro hasta las cejas. Y sin tener muy claro si estaba contenta o no con la carrera. A lo mejor es que ya estoy tan acostumbrada a ir con gripe que si no sufro no lo valoro, no lo sé. Aún hoy, diez días después, sigo sin poder hacer una valoración. Como de costumbre, aproveché la euforia post-carrera para salir de juerga hasta las seis de la mañana y amanecer al día siguiente sin resaca y casi sin agujetas, que algo bueno tenía que salir de esto.
Pues nada, comienza un nuevo año con nuevos planes de entrenamiento que por ahora no desvelo, a ver cómo salen. La próxima carrera, en principio, el 19 de abril. Mucho ha de llover (o no) hasta entonces. Corred, corred, malditos...