miércoles, 25 de mayo de 2016

MARATÓN ATLÁNTICA 2016: CÓMO ACABÉ MI NOVENA DIEZ MIL

Yo hace tiempo que no preparo carreras, esa es la pura verdad. Desde que me fui desenvenenando progresivamente centro mucho más mis objetivos en hacer un determinado ejercicio al día, ya saben, los diez mil pasos diarios dichosos, que en entrenar nada. Acabo de cumplir cincuenta años y no tengo ninguna gana de machacarme, ni de machacar mis rodillas.
Por si esta flojera fuera poco, este invierno mis naves han tenido que luchar contra varios elementos: mal horario para  entrenar, un tiempo horrible y, por si fuera poco, llevo casi dos meses en el fisioterapeuta para tratarme la artrosis de cervicales, lo que me come la hora que tenía para correr. Un horror.
En fin, una vez expuesto el rosario de excusas, os diré que mi escaso entrenamiento no me echó para atrás a la hora de decidirme a abordar mi novena diez mil. Me gusta la distancia y siempre la he terminado. ¿Que la terminaba en más tiempo? Pues vale.

Bien, vayamos por partes, como Jack el Destripador, que el totum revolutum no vale pa ná. Tras una semena especialmente asquerosa meteorológicamente hablando, y un sábado de víspera en que no sabías si al día siguiente ibas a ir a una carrera pedestre o a las regatas Oxford-Cambridge, amaneció un día estupendo. No lo pudimos tener mejor: no llovió, no hizo viento y apenas si salió el sol. Una  delicia. El día anterior habíamos ido a buscar los dorsales a Marulada City (sorry, Marineda), al famoso gran almacén de logo verdiblanco. La bolsa de corredor más cutre de todas las ediciones, y puedo opinar, porque a todas he acudido. Incluso para los sufridos maratonianos: de la revista, los geles, los pistachos y tal y tal y tal hemos pasado a la camiseta y la bolsa. Yo no me quejo, que fueron cinco euros de inscripción. Ni siquiera un chip de zapatilla: iba adosado al dorsal. Lo cual me llevó a sospechar, muy acertadamente, que por primera vez no era championchip norte la empresa que se iba a encargar de cronometrar la carrera. Imagino que todo esto es resultado de recortes varios. Por lo menos la camiseta es bonita.
Este año ha habido cambios con respecto al horario y al recorrido. Para empezar, decidieron no mezclarnos con los maratonianos en ningún punto del trayecto. Hablando el otro día con uno se congratulaba de la decisión, pues decía que le reventaba ver cómo le pasaban los de la diez más frescos que una lechuga mientras a él aún le esperaba el triple de distancia. Cambiaron el recorrido de la maratón y también el nuestro, que no era más que el de la San Silvestre pelín aumentado y modificado, lo cual no me pareció mal porque a) me lo sé de memoria y b) va todo por el paseo marítimo y a mí me gusta ir mirando el paisaje, así no pienso en la muerte ni en otros rollos igualmente siniestros. Con nosotros, por cierto, corría Abel Antón.
Otro cambio fue la hora de nuestra salida, en vez de la espera de media hora de rigor entre la maratón y la diez, sólo hubo que esperar quince minutos. Mejor. Los nervios son traicioneros. Salió la maratón a las 8.30 zulú tras el minuto de silencio guardado en memoria de los caídos por la causa el fin de semana anterior, que me parece muy bien, pero no se puede decir que proporcione el mejor estado de ánimo cuando te quedan 42 kilómetros y 195 metros por recorrer, y a las 8.45 lo hicimos nosotros.


Foto de "Carreras populares de La Coruña"

La salida fue bastante limpia y rápida. No me maté, como llevo haciendo en las últimas carreras. A pesar de que sé que la única ventaja que puedo tener para acortar mi patético tiempo es en los dos primeros kilómetros. Ya dije que no me iba a matar ni a picar con nadie. Propósito que me duró poco porque estuve todo el recorrido jugando al tuya-mía con dos chicas que llevaban mi ritmo y con las que estuve echando unas risas al llegar a la meta. Es que si no tengo culito al que agarrarme... ¡me aburro!
En el kilómetro tres me atacó un flato en dos puntos diferentes y tuve que bajar el ritmo hasta que me pasó. En estos casos suelo masajear la zona para que el calorcillo disminuya el tamaño de los gases. Como vi que iba pasada de pulsaciones y me había propuesto no pasar de las 180, anduve un par de minutos. En el 4, empecé a disfrutar de la carrera. En general, fui relajada y sin demasiados agobios. Crucé la meta en un ridículo 1:13, pero la verdad es que me dio exactamente igual.

Ahora toca esperar a la décima diez mil, que será allá por octubre. Espero ir más entrenada, porque lo de este invierno ha sido francamente penoso. Voy a tener que poner en práctica mi propio plan para sacar el culo del sofá. Hasta la próxima.