miércoles, 24 de enero de 2018

CÓMO EMPECÉ A CORRER (Y 2)

En la meta de la carrera contra el cáncer,
mayo de 2017.
Sí, estoy segura que a alguno esto le sonará a dejá vù. A mí también, no os creáis. Pasaré a explicarme en breve.

Antes de nada, dejadme desearos un feliz año 2018, e incluso un feliz año 2017, ya que veo que hace la friolera de casi dos años que no paso por aquí. ¿El motivo? Básicamente, desgana. Y algunas otras cosas que paso a contaros.

Desde mi última entrada, allá por abril de 2016, mucha agua ha pasado por debajo del molino y probablemente muy poco asfalto por debajo de las suelas de mis zapatillas. Aunque nunca he dejado de correr, sí es verdad que he rebajado el ritmo considerablemente y que incluso he llegado a dejar pasar hasta dos meses sin un miserable entrenamiento. Aún así, en octubre de 2016 corrí mi última diez kilómetros, la décima. Y ahí me retiré de los diezmiles hasta hoy. Necesitaba hacerlo. Ya no he hecho más carreras desde entonces, exceptuando la del cáncer en mayo de este año. Sí me he dedicado a andar, ya que tengo un cacharro que mide los pasos y que me está recordando continuamente que soy una vaga de mierda si me descuido un pelo.

Allá por mayo del año pasado mis problemas de cervicales me obligaron a bajar el ritmo. A los dolores de costumbre empezó a añadirse lentamente un pinzamiento braquial en el brazo derecho que no hacía más que aumentar, hasta el punto de que llegué a necesitar ayuda para vestirme. Y así estuve seis meses. Es jodido covivir con dolor continuo, no solo te va minando físicamente, sino también de forma psicológica. Cuando ya actividades de mi rutina diaria se me hicieron imposibles, como conducir, y despertaba varias veces durante la noche por culpa del dolor, decidí gastarme los cuartos e ir a un fisioterapeuta privado, el cual me ha salvado la vida y el ánimo, porque tenía una tendinitis de hombro de libro, e iba camino de cronificarse.  Con una sesión semanal más los ejercicios que hago en casa ha conseguido convertirme casi en la de antes. Con la eliminación del dolor ha vuelto el buen humor y, consecuentemente, las ganas de entrenar de nuevo. Sin un objetivo fijo, solo correr, hacer ejercicio y sentirme bien.

La vuelta del humor morganiano acostumbrado me hizo acometer una gesta complicada hace unos días: me llena de orgullo y satisfacción anunciaros que he dejado de fumar. Y, con tal motivo, llevaré una especie de diario en este blog para ayudarme a mí misma y así de paso a otros que también estén en la lucha.

Resumiendo: ¿me echábais de menos? Pues dejad de hacerlo: HE VUELTO. Y espero que sea para una buena temporada.
Décima y última diez mil, allá por octubre de 2016.