imagen: sansilvestrecoruña.com |
Hablando de datos ¿se acuerdan de que he hablado varias veces en este pequeño rincón sobre las zonas cardíacas? Pues me he rehecho las mías, teniendo en cuenta que los datos empíricos afirman que mi umbral anaeróbico (correr con deuda de oxígeno, algo que sólo se puede hacer muy poco tiempo) está más alto de lo que dicen las tablas (la prueba: hacer mi última carrera a una media de 179 pulsaciones sin atisbo de palmarla), así que me hice un nuevo test de Karvonen subiendo el umbral. Para terminar esta puesta a punto, también me he hecho un test de Cooper, hacía tiempo desde el último, y he mejorado bastante desde la última vez: 1930 metros en 12 minutos. Por lo menos ya he salido de la zona de rendimiento bajo.
Pero bueno, vayamos a lo importante, a lo que me quita el sueño, que no el hambre, lástima. La maldita San Silvestre. La San Suplicio, como la he rebautizado. Me preocupa por varias causas. La primera, porque va a ser la primera carrera que corra por segunda vez, con lo cual inauguro la era 2.0 de carreras populares: este año tengo pensado correr por lo menos las mismas del año pasado. Y eso me lleva a la segunda causa: como no mejore los tiempos sensiblemente desde la última vez me va a dar un bajón de carallo, que me conozco. Hasta ahora la cosa ha ido bien en los entrenamientos: unos 4-5 minutos menos, pero no he hecho ninguno en el escenario real de la prueba con sus putas chungas cuestas, he entrenado siempre en llano. Eso me lleva a otras varias pajas mentales de las mías: me quedan unas cuatro salidas hasta el día D, y no sé si tendré tiempo de hacerlas todas entre el trabajo, el mal tiempo, las fiestas familiares, etc. Ando escapando de todo aquel que tose, estornuda o muestra el menor síntoma de gripe y/o trancazo por miedo al contagio. Y una sublime obsesión: no repetir los errores del año pasado, entre ellos, hacer el recorrido de prueba la misma semana de la carrera. Esta vez el objetivo no es llegar a la meta, sino hacerlo en cinco minutos menos que el año pasado. A ver qué tal me va. Felices fiestas, vagorrunners. Si el mundo no se acaba el viernes, nos veremos en enero.
Pero bueno, vayamos a lo importante, a lo que me quita el sueño, que no el hambre, lástima. La maldita San Silvestre. La San Suplicio, como la he rebautizado. Me preocupa por varias causas. La primera, porque va a ser la primera carrera que corra por segunda vez, con lo cual inauguro la era 2.0 de carreras populares: este año tengo pensado correr por lo menos las mismas del año pasado. Y eso me lleva a la segunda causa: como no mejore los tiempos sensiblemente desde la última vez me va a dar un bajón de carallo, que me conozco. Hasta ahora la cosa ha ido bien en los entrenamientos: unos 4-5 minutos menos, pero no he hecho ninguno en el escenario real de la prueba con sus putas chungas cuestas, he entrenado siempre en llano. Eso me lleva a otras varias pajas mentales de las mías: me quedan unas cuatro salidas hasta el día D, y no sé si tendré tiempo de hacerlas todas entre el trabajo, el mal tiempo, las fiestas familiares, etc. Ando escapando de todo aquel que tose, estornuda o muestra el menor síntoma de gripe y/o trancazo por miedo al contagio. Y una sublime obsesión: no repetir los errores del año pasado, entre ellos, hacer el recorrido de prueba la misma semana de la carrera. Esta vez el objetivo no es llegar a la meta, sino hacerlo en cinco minutos menos que el año pasado. A ver qué tal me va. Felices fiestas, vagorrunners. Si el mundo no se acaba el viernes, nos veremos en enero.